domingo, 30 de diciembre de 2007

Nubes negras

Llevo unos días hecha polvo. No estoy bien física ni anímicamente. No se que me pasa. Por un lado llevo unos días con unas molestias en la zona del pecho, debajo del esternón y en el estómago. Supongo que serán problemas de vesícula o algo así. No sé. Tampoco quiero ir al médico, estoy tratando de que se me pase comiendo muy suave. Pero aunque esto influye mi mayor problema es la desapasionada tristeza que se aloja también en el pecho, en el mismo sitio que el dolor. Es como una nube que se aloja dentro de ti y se extiende por las venas, los músculos, las extremidades. Las cosas se ven negras, te vienen recuerdos que quisieras olvidar e ideas malsanas, destructoras de las ilusiones y de la propia vida. Salir de esa situación es difícil, pero no imposible, solo que cuando me pasa me hundo y no tengo ganas de luchar. Y lo peor es que esa sensación siempre me acecha, vive conmigo aunque me deje en paz muchas temporadas, más cuando estoy muy ajetreada. Pero en cuanto mi mente siente que tiene tiempo para ella, que el continuo batallar cesa un poco, los negros nubarrones aparecen, sin perder tiempo. Que difícil es vivir así. Con el miedo a esa red que te aprisiona el alma. Solo espero que se aleje de mi lo más posible, porque no puedo vivir con ella.

sábado, 29 de diciembre de 2007

La familia

Muchas veces hablo de la poca familia que tengo, pero tampoco es así, tengo familia, como todo el mundo, pero por circunstancias diversas, no aclaradas, o porque mi carácter tiene entre sus fallos el deseo de la soledad, o mejor, del no querer, he ido perdiendo contacto con muchos de ellos. De algunos me siento responsable, de otros víctima. Pero la verdad es que siempre he pensado que no tenía mucho que ver con la mayoría de ellos. Quizá me sienta superior, o quizá no nos entendemos. Soy egoísta y no quiero que nadie me moleste, ni me de quebraderos de cabeza o me haga sufrir. Solo lo indispensable. El resto no lo quiero. Por eso tengo tan poca familia, porque la mayoría la he perdido en el camino. Lo peor de todo es que no me arrepiento. Lo que tengo me basta, y si no me basta, da igual, ya no hay remedio.

Otra canción en Navidad

Estimado Alejandro, siguiendo las pautas de nuestra relación he decidio escribirte una nueva letra, no muy desgarrada. Pero es como me ha salido. La puedes poner música y cantarla, peinado para atrás, como estos últimos días en que estás tan guapo. Gracias por servirme de terapia.
He mirado con ojos envidiosos
a la mujer que quieres
He llorado los días que has pasado
prendido a su cintura
Pero el tiempo que todo lo termina
ha acabado con tu amor
y ahora me toca a mi.
Mírame con ojos de hombre
enamorado,
déjame soñar con tu pasión
sobre mi cuerpo.
Bésame con besos de fuego
que me incendien
que prenda mi corazon ilusionado.
Porque hoy por fin
tu serás mio
Lo he visto en tus ojos adorados
econtrarás en mi lo que nunca has encontrado
el amor sin demandas
el hogar anhelado.
Olvida a esa mujer que te engañó
olvida a todas aquellas que has amado
Yo te daré el cielo en cada noche
te haré feliz como nunca has esperado.
Y si un día te vas
o yo me marcho
Nos quedará el recuerdo más hermoso
habremos conocido la pasión.
Lo de siempre, trompetas, traje de charro y a cantar.

Cumpleaños de papá

Hola papá. Hoy es tu cumpleaños. Hablo en presente porque siempre estás conmigo. El 29 de diciembre es un día triste, pero normal. Las cosas se van pasando. La tristeza no es por tu muerte en si misma, sino por no tenerte cerca, poder hablarte, contarte las cosas que te contaba, contar contigo para todo, como antes. Ahora soy más fuerte y no puedo recurrir a nadie como cuando vivías. Tu siempre estabas, eras mi padre, pero también mi alma gemela. Cuanto te quería, papá, cuanto te quiero aún, cuanto te querré siempre. De vez en cuando aún te lloro, como ahora, porque las cosas no han vuelto a ser iguales. La vida te va quitando lo que más quieres y tienes que seguir viviendo, seguir riendo, seguir luchando. Y además con el tiempo olvidas. Aunque yo recuerdo perfectamente tu cara, tu sonrisa y tu cariño. Me siento cerca de ti, papá, te quiero.

Si volviera a nacer

Todos tenemos algo que olvidar. Yo desde luego. No soy de las que dicen que si volvieran a nacer repetirían todo lo que han hecho, incluso los errores, porque eso es parte de su vida, de la persona que son ahora. Pero hay que estar muy seguro de quién eres para decir eso. Yo no. Si volviera a nacer cambiaría muchísimas cosas. Ahora mismo no logro recordar tres o cuatro que quisiera que no cambiaran. Mi familia y mi amor por ellos. Algunas otras cosas no controlables no me preocupan demasiado. Por ejemplo mi vida laboral, bastante mejor en general que el resto de mi vida. Pero la persona que soy, algunas de las cosas que he hecho y la mayoría de las que no he hecho por lo que soy, o por como soy, se han perdido para siempre sin posibilidad de retorno. Que tristeza tan grande. Y cuanto pesan los errores, cuantas cicatrices dejan en el alma, ese secreto que guardas en lo más profundo y de vez en cuando asoma y te vuelve a hacer daño. Secretos de los que soy la única culpable. Siempre me he sentido responsable de los hechos, aunque no sabemos cuanto de normalidad hay en nosotros. Pasamos por la vida como seres normales, ciudadanos confiables, pero dentro de nuestras cabezas quién sabe que bulle, que fantasías, que miedos, que deseos. No confío en los hombres ni en las mujeres. Ni en mi misma en situaciones de supervivencia. ¿Que seríamos capaces de hacer por salvarnos nosotros?. La banalidad nos cubre. Y olvidamos lo que en realidad somos bajo un manto de posesiones materiales o de vanidad. El primer mundo, el que perpetúa los daños y los cubre de luces y brillos. Estoy sola, pero aún peor, estoy sola conmigo misma, y me doy miedo. Llevo a mis espaldas muchos años de pequeñas culpas, de pequeñas y grandes desilusiones, de heridas, de razones perdidas, de sueños enterrados sin explorar, de ilusiones aplastadas por su propio peso. Si volviera a nacer, tendría tanto, tanto que cambiar, tanto que aprender de nuevo, tanto que vivir. Si volviera a nacer sería una mujer distinta, al menos al principio. Luego quién sabe, tal vez las historias se volvieran a repetir una y otra vez, como en un bucle imposible de sortear. En definitiva da igual, porque aquí estoy, y esto soy. No hay posibilidad de volver atrás.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Instinto

La vida es un instinto, realmente, sino, no se que hacemos aquí aguantando los días y las noches. Caminamos, pero realmente pocos vamos a alguna parte. Solamente el amor a los demás tiene objeto, pero esto es como pedir buena voluntad en la tierra. Vamos solos, aunque estemos rodeados. Y hay que ser fuerte para no dejarte hundir. No dejar que te atrape la marea de la tristeza o de la depresión, llámese como se quiera. Ese puño que te aprieta el corazón y te quita las ganas de todo. Se que tengo que luchar, salir adelante. Siempre lo hago, pero me cuesta. Solamente tener la cabeza ocupada me salva, pero también me cuesta, porque cuando estás así no se tienen ganas de vivir.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Feliz Navidad

Feliz Navidad. Han desaparecido los pobres de las calles. Supongo que unos habrán huido hacia el calor de la costa de levante, y otros estarán recogidos en los albergues municipales. Han subido muchos los precios. El pollo asado y el vino de tetra brik se han vuelto productos de lujo. En el museo del jamón ya no hay vagabundos. Los top manta si siguen comprando allí su cena, sin vino, solo pollo y solo medio, con pan. Necesitan recuperar fuerzas después de la continua carrera entre policías y ladrones. Feliz Navidad. La gente corre de tienda en tienda con los niños de la mano. Buscan, supongo que algo buscan, algo importante porque sus caras reflejan nervios, ansiedad. Los niños por la mañana saltan excitados y por las tardes arrastran los pies con los ojos llorosos porque se les ha volado el globo. Feliz Navidad. Los ancianos y los perros permanecen en casa. Salir es una lucha en la que solo hay perdedores. Las calles son de ida o vuelta, no se puede andar a trasmano. Hay que ir con la riada o perecer. Los autobuses no dan a basto. Las colas en las paradas son infinitas, parecen una atracción más. Feliz Navidad. El Corte Inglés brilla y desprende música y buenas intenciones. Acuden en tropel a ver sus muros adornados, sus historias contadas navidad a navidad y a escuchar sus mensajes subliminales. Feliz Navidad, la fiesta ha comenzado.

Amargo

Apenas recuerdo nada desde que llegamos. Puedo relatar sin lagunas los tiempos anteriores a nuestra llegada, cuando vivíamos en la tranquilidad de un pueblo frió que recibía cada fin de semana a los pasajeros huidos de la gran ciudad. Puedo recordar la escuela y las fiestas en la plaza. Y el crecer del tiempo y de mi altura. Pero todo se vuelve difuso cuando pienso en Madrid. Vinimos, si, pero no recuerdo nada excepto el coche en la carretera. Y luego, como en un salto, el llanto de mi madre. Una casa nueva y mi madre llorando en todas las habitaciones, pasando suavemente la mano sobre las colchas, sentada con la cabeza gacha en la mesa camilla. Después, dejó de llorar, pero su boca se convirtió en un rictus apretado y desagradable, amargo. Mi padre estaba a veces con ella, y también lloraba, pero poco a poco lo dejé de ver. Se debió marchar. Yo hubiera hecho lo mismo de haber podido. Esa casa triste no dejaba entrar el aire ni la luz. El ambiente era irrespirable. Si yo no hubiera estado muerta, tampoco lo habría podido aguantar.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Libertad

Dentro del espíritu y en lucha con la razón se ciernen sobre mi las dudas. No quiero seguir rodeando el molino, no quiero levantarme cada mañana con el mismo odio, prefiero la libertad y volar como vuelan los pájaros sobre la hierba crecida, o las gaviotas sobre el mar.
Que felicidad, abrir las alas y lanzarte contra el horizonte. Avistar el verde intenso o el azul brillante como si fueran los paraísos perdidos donde anidarás esta noche.
Me busco mi alimento, como ellos, mi pan. Pero mis días y mis noches son el fondo de un lago seco y cuarteado, el sedimento de una vida árida, de un cuerpo del que no brotan ramas.
Pero la cuerda que me ata a la tierra va destejiendo sus nudos y me suelta y lloro con el llanto del alivio y del temor a lo desconocido. Abriré las puertas, los portones, todas las barreas de la tierra que habito, todas las bocas de gente que quiero y les haré beber el aire de la libertad, la lluvia que calmará su sed y el fuego que entibiará sus cuerpos. Y entonces se sentirán libres porque tendrán en sus manos su propia vida y con el salitre del mar olerán la hierba mojada. Terminarán para todos los tiempos de cólera. Y las cadenas caerán rotas sobre el suelo y anclarán en él vacías, llegarán a formar parte de esa tierra pero no se asomarán traidoras sobre los surcos del camino. No nos atraparán de nuevo, os lo prometo.

Comida de empresa

El pasado viernes tuvimos en mi empresa la tradicional y perpetuada comida de Navidad. Hacía dos años que no iba, pero esta vez, por diversos motivos decidí ir. Es en realidad un celebración de semi-boda, con varios platos que llegan a la mesa medio fríos y muy hechos. Poco de todo y mal hecho, aunque la calidad no fuera mala. Y además, con prisas por echarnos. El restaurante Currito de Madrid, al que yo he acudido en otras ocasiones y siempre con satisfacción, nos dio una comida ramplona y como ya he dicho sin ningún cuidado en la confección. Y me consta que el menú costó más de 100 € por persona sin copas, ni cava. Pero bueno el hecho es la celebración, es decir, la hipocresía de las rencillas sonreídas de mesa a mesa, de los abrazos llenos de buenos deseos con el puñal escondido tras la espalda. De los sitios guardados, de los guetos. Es una fiesta que solo puedes aguantar tras una panoplia, un estallido de fuegos fatuos alimentados por la envidia y el rencor. Es el triunfo de los besos de judas. Es, en fin, una representación en la que la mayoría, probablemente, no querría estar. Pero entre la costumbre, la comida gratis, el que dirán los jefes si no voy, o incluso como excusa para no ir a casa, la gente se apunta y bebe mientras observa de reojo las mesas de alrededor, la colocación de los compañeros dice mucho de la prosperidad de algunos y de la caída de otros. El año que viene quizá me de un descanso de nuevo. Es mucho para mi ir cada año a este festejo de brillos caducados, de corrientes voraces. Y no es que yo sea mejor que los demás, es simplemente que reflexiono sobre ello, hay otros que no piensan en ello, las cosas son como son, y ya está. La historia está ya escrita para el próximo año.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Amigas mias de la cincuentena

Estimadas amigas, y amigos. Ya puedo considerarme mayor. Hasta ahora me iba dando margen, los cuarenta son una buena edad, aún eres joven para casi todo, o al menos estás dentro del círculo del poder: puedes encontrar trabajo, tener hijos, enamorar y enamorarte, aún apenas tienes achaques.
Pero en los cincuenta comienza la dura realidad. Las canas ya son serias. La piel está cansada y el espejo no te devuelve nada bueno. Ya no pareces más joven. Y por dentro tampoco. Los hombres quizá lo tengan un poco mejor, pero en definitiva todos entramos en la cuesta abajo. No es que no tengamos buenos años por delante, todos son buenos, sino que las cosas son diferentes, estás de alguna manera al margen. Te vuelves invisible. Te aferras a los años pasados, te cuidas más, pero nada es suficiente. Esto es serio.
Miro a mi alrededor y mi círculo familiar y de amistad y en el trabajo hay muchos en mi situación, o un poco peor o un poco mejor. Los que hemos crecido juntos nunca nos veremos como somos realmente. Pero ya hay varias generaciones por detrás de nosotros y empezamos a descontar los años para nuestra jubilación. El tiempo corre cada vez más deprisa, cada vez es menos benevolente. En abril cumpliré 51. Me siento de mediana edad, que es un eufemismo del umbral de la vejez temprana. Quizá en estos momentos vea la botella medio vacía y las cosas puedan mejorar, pero no se como. No obstante, queridas amigas, en un placer envejecer juntas.

He vuelto

Cuantos días sin entrar. Demasiados. He estado de vacaciones y realmente he perdido mucho el tiempo haciendo tramites, cumpliendo obligaciones. Lo que menos me gusta, pero es lógico porque ya sabéis que soy indisciplinada y vaga. Pero hoy es domingo y mañana vuelvo al trabajo. Además será un día tremendo. Tengo que hacer varias cosas a la vez, e incluso estar en varios sitios. Ya saldré por algún lado. No hay que exagerar las cosas.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Me gustaría

No me aclaro. Quizá por eso me quiero bajar del mundo. Este no el mio. Estoy convencida de que hay algún error. A mi me gustaría vivir en un mundo sin luchas, pero no hablo de grandes luchas, ni de guerras, sino de las pequeñas luchas de cada día: con los compañeros, con la familia, con los otros conductores. Me gustaría no tenerme que pelear por el espacio en la calle, por la competencia en el trabajo, por los dimes y diretes de la familia. Que todo fuera sencillo, aburrido incluso. Me gustaría que las cosas fueran naturales, fluidas, que las relaciones estuvieran apoyadas en la buena voluntad y en la tolerancia. Daría lo mismo. En realidad así no llegamos a ningún sitio. ¿Habéis convencido a alguien de vuestro punto de vista en cualquier tema? Seguro que no, cada uno tenemos nuestra idea y no la vamos a cambiar, y si lo hiciéramos, nunca lo reconoceríamos. Las discusiones ni se ganan ni se pierden, solo se mantienen. Y a veces conducen a la distancia del orgullo y la soberbia. Si somos carne y hueso mortal, indefensa, perecederos. ¿Porque perdemos el tiempo de esta manera?

lunes, 19 de noviembre de 2007

Mios, solo mios

Hola amigas proletarias del mundo. Aquí estoy un lunes más con la lucha abierta en un montón de frentes. El espejo, por ejemplo. Mirarme por la mañana, con el pelo mojado y la cara lacia es un poema. Me pinto y mejoro algo. Luego me visto y cuando acecho en el espejo la última visión de mi, antes de salir a la calle, me doy cuenta de que mi cuerpo está vivo y es móvil. Hay algunas zonas de él que se salen del eje, por así decirlo. Bultos que se forman en mi cintura, espalda, muslos... Y que tienen vida propia. Están activos. Cuando me siento a la mesa cogen sus cucharas y tenedores y se quedan con la mejor parte. Enemigos mios de cada día, dejadme hoy comer en paz las galletas mojadas en mi cola cao. Olvidad que no sois carne de liposucción, porque no tengo ni dinero ni ganas de hacérmela. Al fin y a cabo sois mios y mi dinero me habéis costado. Sería una incongruencia pagar ahora para perderos. Pero ya que estáis seguros en mis brazos, podrías esconderos un poquito. Pero no como hacéis normalmente, que os metéis de un sitio y salís por otro. Si me aprieto la cintura, salís por el estómago. Si me ciño el talle, la carne se desborda por encima de la castigadora prenda. Si escondo mi estómago, mis pechos acarician mi garganta. Tocino del cocido, fabada hermosa, alejaros de mi cual tentaciones de la carne. Las judías verdes cuidan del cuerpo y del alma. La lechuga inspira al poeta cuando el hambre aprieta. Hoy a mediodia me enfrentaré a un nuevo episodio de lucha, la voluntad contra los espaguetis. Podéis adivinar quién ganará.

sábado, 17 de noviembre de 2007

No se puede mandar en los sueños

Mi querida Ana, me haces volver sobre Alejandro. Me has dicho que leyendo mi blog se ve que me gusta. Tienes toda la razón, me gusta. Pero además he construido con el unos buenos momentos. No se si serás capaz de entenderlo o si seré capaz de explicarlo. La vida es rutinaria, difícil, y yo siempre he tenido la suerte de poderme evadir, casi a voluntad. Lo hacía en el colegio -así me iba, en vez de escuchar a los profesores montaba en bici con Eddi Merck, o era la novia de un jugador del Madrid-, en los medios de transporte -incluso en mi coche, no hace mucho me tragué una barrera en el parking del Hipercor del Campo de las Naciones-, e incluso en el trabajo. Siempre he construido vidas paralelas a la mía. Hacía tiempo que había olvidado volar de esa manera. La madurez, la falta de tiempo... Pero un día no se lo que pasó. Un compañero me dio dos discos piratas de Alejandro. Ya lo he contado. Y comencé a oírlos en el coche. Y poco a poco me fui interesando por esa voz maravillosa. Ni siquiera sabía ni quién era, ni como era. Un día me metí en internet y encontré todo tipo de información sobre él. Sus fotos no me gustaron al principio -me pasó como con el pulpo-. Tampoco me gustó su estilo personal, ni su vida. Está en las antípodas, también lo he dicho ya, de lo que me gusta de un hombre. Pero le di el beneficio de la duda. No tengo porque creer todo lo que se cuenta de él. Y realmente solo me importa como canta, y que cuando le oigo con el MP3, en mi oído, directamente en mi cabeza, a veces me hace estremecer. Me llega su voz. Y si, me hace soñar con cosas que nunca tendré. Espero que me entiendas. Quizá todas las mujeres me entiendan. Soy una mujer moderna, independiente, y estoy contenta de mi soltería. Vivo estupendamente y solo me aguanto a mi misma. Quiero decir que no me cambiaría por una mujer que dependa de un marido y de unos hijos, esclava de su casa, de una relación que pasa del amor al odio con la sazón del tiempo y la rutina. Pero supongo que mi atavismo me traiciona y a veces no puedo evitar pensar en otra vida. Tener un compañero. Apoyo. No imagino grandes cosas, solamente un vida distinta: un hombre que me quiera de verdad, una vida más llena, un pasado dulce y un futuro con promesas de hacerme vieja con el, compartir los problemas y las alegrías, sentirme abrazada cuando la vida me duela. Estar tan unida a un hombre que yo sea el centro de su vida y el del mio. Y si además, es guapo y tiene dinero, hija mía, no hay color. Por eso he elegido a Alejandro: porque habla suavemente, porque canta bien, porque es tímido en su vida real -¿le has visto hablando ante un micrófono?. Se queda sin palabras-, porque tiene una vida intensa, porque es cariñoso con todo el mundo, agradecido, y porque parece capaz de amar completamente. También bebe, es mujeriego, un poco presumido, caprichoso... Pero todos tenemos defectos. Y una cosa. ¿Sabes que le ha regalado a su novia, trece años más joven que él? Ni joyas, ni casas, ni coches. Le ha regalado unos pechos nuevos. En realidad no se si el regalo ha sido para ella o para el. Pero ves, a esto me refiero. No me gusta la cirugía estética, pero para gustar a un hombre como el, cualquiera se metería en un quirófano. En fin Ana, que todo es una tontería, un sueño de jovencita, de la jovencita que hay dentro de mi, y que siempre estará ahí. Creo que tengo esa suerte. Fíjate si será de jovencita que ni siquiera incluye sexo. No me hace falta, lo que quiero es amor, compañerismo, un sueño imposible en la vida real. No es que no me parezca un bombón -sus fans le han puesto nombre a esa parte de él que no hemos visto nunca, la ¡¡anaconda-!!, es que ¿para que incluir en este sueño inocente aspectos que podrían ser verdaderamente frustrantes?. Y además, tiene una boca, una sonrisa... Bueno, paro ya, que me extiendo y me emociono. Dentro de un tiempo, probablemente, acabaré harta, pues no oigo más que canciones suyas. No quiero oír a nadie mas. Solamente escucho alguna canción de Andrés Calamaro, que me parece la antítesis de Alejandro: cantautor, comprometido, humilde, interesante... bebedor, mujeriego y un poco canalla. Pero no me hace soñar. No se puede mandar en los sueños.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Vuelvo a ti

Vuelvo a ti, Alejandro, como si fuera una de tus canciones. Vuelvo porque estoy enganchada y necesito amor. Tu pones el rostro, la figura, y yo pongo los sueños, las ilusiones baldías. Pero que más da. Tu en tu sitio y yo en el mio. Hago y deshago. Te acompaño en tus viajes y juego con tus hijos. Y siento que me miras como no has mirado nunca a nadie. Siento que soy todo lo que quieres ver, y que yo, magnánima, te dejo abrirte al resto del mundo, aunque tengo el poder de atarte solamente a mi. Alejandro, me miras con tus ojos y me cantas canciones. Y yo soy perfecta, guapa, pero más que guapa, hermosa, rubia, pero más que rubia, dorada, alta, pero más que alta, de tu medida. Y soy el sol que ilumina tus días. La única mujer a la que miras. La que por fin te ha cambiado. Ahora eres un hombre enamorado y fiel. Casero y serio, aunque tu risa ilumina mis días. A veces pienso que cada uno de nosotros debería poder escribir su historia, elegir su vida y su destino. Si pudiera elegir, ahora, te elegiría a ti. Yo sería yo misma, pero perfecta y mi familia sería la misma, pero ricos y guapos, inteligentes y cariñosos, carismáticos, capaces también de deslumbrarte y enamorarte. Y tu familia sería la tuya, pero me amaría y me vería como otra hija, como otra hermana. Y las familias de ambos se harían una sola familia. Y tus hijos vivirían con nosotros. Y tendríamos más. Todo de cuento de hadas, como tu mismo, mi príncipe azul.

La vida en un papel

Al fin he vuelto. He tenido una semana ajetreada, sin tiempo. Me parece todo tan planificado. La verdad es que tampoco tenía mucho que decir. Mi vida gira en torno a varias cosas, ni .demasiado interesantes ni demasiado entretenidas. Es solo mi vida. Un trocito muy pequeño de este mundo tan grande, donde tanta gente malvive. El aburrimiento significa en mi caso calidad de vida: calor, comida, ocio, vicios legales... Nada demasiado literario. Pero dentro de mi se mueven cosas, pensamientos, ideas que me hacer asomarme a esta ventana y escribir sin ánimo de difusión. Es mi terapia, la forma en la que dejo salir pensamientos y sentimientos que a veces son personales y a veces no. Esta forma de expresarse es ambigua y no necesariamente autobiográfica. Puedo decir lo que quiera y montarme en la nube en la que me apetezca. No hay límites, ni horizonte que frene la imaginación, los sueños. Pero a veces es todo tan prosaico que no se tiene ganas ni de volar. La vida te pesa en los pies y te ata al suelo con cadenas invisibles. La rutina, el trabajo, la misma vida repetida día tras día, acaba en cierta forma, minando tu capacidad de ilusionarte. Y eso es para mi el fin, el terrible fin de un ser humano que ha vivido en las historias de los otros, que ha volado en las alfombras mágicas de oriente hasta mundos felices, que ha amado a hombres dignos de ser amados hasta la muerte, que no la hubieran mirado siquiera si hubieran pasado a su lado. La vida vivida en un papel.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Amores imposibles

Los amores imposibles son los mejores. Sufres mientras amas, pero no sufres la pérdida. Tu recuerdo será probablemente grato. Como una asignatura nunca aprobada, porque nunca te matriculaste en ella. Sin embargo, el amor, el maravilloso y loco amor compartido se enfrenta con el tiempo, que como si fuera un extintor va apagando poco a poco el fuego. La rutina destruye la pasión, la confianza, la amistad. Y la relación va carcomiéndose concentricamente hasta que llega al núcleo. Y ahí está el dolor, pero también el odio e incluso la violencia. Se pierde la memoria de lo que fue, del tiempo en que todo se perdonaba, en que los defectos eran pequeñas y graciosas nubes negras bajo el cielo azul del paraíso. El amor posible se convierte en una situación imposible, insostenible. De nada valen los recuerdos, el amor pasado, los momentos de apoyo. Ahora todo es negativo. El amor se ha ido sencillamente, se ha evaporado sin que nadie se diera cuenta. Peor aún, sin que a nadie le importara. Prefiero los amores imposibles, no dejan cicatrices en el corazón ni en la piel.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Autoconcepto

El autoconcepto es más o menos la imagen que uno tiene de si mismo o de como los demás le ven. Pues bien, yo no tengo autoconcepto. Ni me veo, ni se, ni quiero que nadie vea o sepa. Soy un ente independiente. Toda la vida he tratado de aislarme: del dolor, del rechazo, de las ilusiones muertas, del amor traicionado. Me he convertido en lo que soy, pero no me analizo. Solo existo. Convivo socialmente lo menos que puedo. No me relaciono. Ni se, ni quiero. ¿Para que? Habrá gente que valga la pena, pero no se donde está. Tal vez yo tampoco valgo la pena. Ni lo se, ni me importa, porque no me juzgo. Existo, pero mis compañeros son los objetos inanimados, los perros, la imaginación, internet. Y mi mundo, mi madre y mi hermano y la nostalgia de mi padre que duele cada día. Y mi perro perdido, tan amado. Y mi perra, tan querida. Tiene 9 años. Todos somos viejos en mi pequeña familia. No hay esperanza. Solo nos queda perder. Disfrutaré mientras pueda.

Zoo de cristal

Cada mañana aparco el coche en el sótano 3 del edificio donde trabajo. Me monto en el ascensor y aparezco en una verdadera jungla de hormigón y vidrio, artificial y artificiosa, nuestro propio zoo de cristal. Aquí las vivencias no son tan intensas, ni tan trascendentes como en la obra de Tenesee Williams, aunque son igualmente universales. La lucha, las tensiones, rasgan la piel como espinas envenenadas.
Me refugio en mi árbol y veo pasar cantidad de monas y monos chitas. Hacen monerías, se exhiben, se dejan querer, dan saltitos y emiten extraños ruidos. No se en que se ocupan, pero hacen bastante ejercicio. Son el alma del zoo.
Por mi puerta, sobre las 9,30 h., cada día, asoma el viejo león rey de la manada. Está cansado y quizá harto de mantenerse erguido cuando no tiene ganas más que de tirarse en cualquier lado. El cachorro joven que siempre le acompaña será pronto su competidor. Ya da dentelladas sobre el cuello del viejo rey. Y se muestra altanero y suficiente. Se revuelca juguetón sobre la tierra mientras el harén de monas-chita del rey le ríe las gracias. Pero no llega a las lianas.
Las hienas también ríen, siempre ríen, mientras esperan hincar el diente en la carroña. Por encima de los armarios transitan las panteras, sigilosas, ambiciosas, hambrientas. Estiran su cuerpo poderoso y su pelaje brilla. Son temibles. Se cobijan bajo la sombra del viejo rey, a la espera de oportunidades. Ellos también aspiran a puestos más altos.
La comunidad está repleta. Fieras, alimañas y sabandijas se sientas tras las mesas o transitan por los pasillos. El personal es variado. También hay algún cordero viejo y alguna gacela manoseada. Es un triste ambiente. El zoo de cristal.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Cincuenta años

A veces el tiempo parece estorbar. Es demasiado. Momentos de espera que se hacen eternos. Y luego, todo pasa tan deprisa. El tiempo siempre nos envuelve, el tiempo y nuestra percepción de el. Cincuenta años. Me da la impresión de que ya no hay vuelta atrás. Todo será un rápido correr hacia adelante, hacia el fin. La vida está compuesta de ilusiones perdidas, de amores rotos, de amigos olvidados, y de la gente amada que se ha quedado en el camino. Todo tan triste. Y sin embargo, cada mañana amanece. y hay lugar para planes, para ilusiones y para olvidar la realidad más amarga. Cincuenta años. Parece mentira. Que de tiempo perdido. Que de cosas por hacer.

Relleno

¿De que están rellenas las cosas? Hace unos días vi una escultura, era como un semicirculo con rostros grabados en la superficie y me dio la impresión de que era pura superficialidad. ¿Que tenía dentro? Probablemente nada, vacío, o un pequeño armazón de escayola y madera. Si pero que había ahí dentro. En ese espacio que es y no es. Porque ocupa un lugar, pero no existe. Y comencé a preguntarme que tienen dentro las cosas. Por ejemplo, un pan de eso redondos, de pueblo, está relleno de masa de harina, levadura, agua y un poquito de sal. Si, pero que tiene dentro. En que consiste su existencia. ¿Tiene objeto más allá de ser un alimento?. También es una forma y ocupa su espacio y cuando lo comemos se transforma, pero no desaparece. ¿Y donde va su esencia entonces? Otro ejemplo, el David de Miguel Ángel, es macizo, puro mármol de carrara, pero ¿que tiene dentro? Tiene algo, estoy segura cuando lo observo. Si giras alrededor de él parece seguirte. Es mérito del autor. Pero la obra tiene vida, es. Y no es solo piedra. Mi mano, la derecha ¿que tiene dentro? Sí venas y músculos y huesos. Pero me entendéis, la mano tiene dentro vida, es capaz de hacerme daño y de ser mi herramienta más preciada. Cojo un libro y siento que es una entidad. Es papel y tinta, pero tiene algo. Tiene sabiduría, inteligencia, memoria, imaginación... y vive en si mismo. Es. Y algo etéreo, una melodía, una canción, cualquiera ¿Que contiene? Música, notas que se montan en el viento y se van. Pero está rellena de... no se de que, pero de algo. Todo está relleno.

jueves, 25 de octubre de 2007

Que poco contamos

Hoy me he levantado con ganas de trabajar. He ido con más ganas que otros días. Tenía un trabajo interesante que hacer. Pero según transcurría el día todo se ha enrarecido. Se perfectamente que no soy nada para mis jefes. Ni como persona, ni como trabajadora. Otras veces, creo que lo he comentado, somos facilmente sustituibles. No se nos valora, y sin embargo se les llena la boca de "lo bien que estamos", "cuanto ganamos"... siendo, como somos, nada. El ambiente en el trabajo esta mal, ni siquiera estamos enfadados, estamos resignados, en el exilio que nos impusieron, no ya por el sitio, sino por la forma en que nos hicieron trasladarnos durante las obras de la sede. No nos facilitaron información entonces, ni lo hacen ahora. Todo lo que sabemos son rumores. Y los empleados antiguos, gente que llevamos aquí 20, 30 o 40 años, somos menospreciados. Las promociones son solo para los nuevos, gente "muy formada". Pero todo son paripés. Ellos lo saben y nosotros lo sabemos, y todos disimulamos. Al fin y al cabo estamos ahí ganándonos la vida. Muchos seguimos pagando hipotecas, o tenemos otras deudas, y sobre todo tenemos que vivir. Pero la oficina se ha convertido en un lugar apagado, sin alegría. Casi sin esperanza. Hay rumores de listas negras y blancas, de recesión económica, de medidas drásticas. Hay amenazas de crisis futuras. Hay indiferencia y como he dicho, lo peor, resignación. La mayoría hemos decidido pasar. Han conseguido cambiar mi forma de ser: imaginativa, con iniciativa, activa, iva, iva, iva... y ahora pasiva. Bueno mañana es viernes, esa parece ser la solución. Al menos, hasta el próximo lunes.

Me tienes en un sin vivir

Alejandro, por Dios, no puedo más. Estoy sufriendo contigo cada día. Yo que te conozco hace tan poco, pero tanto he averiguado, yo que he retrocedido hasta tu niñez desde hace solo unos meses, me encuentro con que has cambiado totalmente. Tu música ha dejado de ser poderosa, y aunque cantas de maravilla, siempre, tu canciones no me estremecen. El disco que menos oigo es el último. Pero eso es coyuntural. Tampoco me gusta tu nueva imagen. Eres un hombre y ese ha sido siempre tu atractivo. Estás más guapo con el pelo largo, canas, arrugas y media barba. Estas más guapo descuidado, natural. Y eres muy guapo, hermoso dicen tus fans. Tampoco tu sonrisa es la de antes y dicen las entendidas que tus ojos han perdido la alegría. En fin, que me digo que ahora que me gustas a mi, que te he descubierto, has cambiado, has vuelto tus ojos, como tu dices, a otros mercados, a otras/os entusiastas adoradores. Pero ya te lo he dicho otras veces. ¿Merece la pena? Sabes que te perdonamos todo, pero regresa por favor. Tu tienes que ser ese hombre maravilloso que nos hace soñar en el escenario con antiguos caballeros, mujeres hermosas, domingos de misas y paseos, flores y un amor intenso, incondicional, desesperado. Noches de pasión y días de ternura. Cuentos con final feliz. Y también ese hombre que nos produce curiosidad y nos derrite cuando se muestra tímido en las entrevistas, o juguetón con sus hijos. En fin Alejandro, tu verás, mañana te marchas, pero yo me voy contigo, tengo la suerte de poder ir contigo a donde quiera, de poder viajar y asistir a todos tus conciertos aunque no me mueva de Madrid. La imaginación e internet son un complemento excelente para los sueños. Pero por favor, si no en todo lo que te he dicho, al menos reflexiona sobre tu peluquero. Acuerdate De Sansón.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Los conductos reglamentarios

Hoy he descubierto que los conductos reglamentarios son aleatorios. Por ejemplo, un conducto reglamentario para mi puede no ser igual que para otros. Es posible que no sea objetiva, según me dice un conducto reglamentario cuando se lo hago ver. Porque en mi empresa, los conductos reglamentarios tienen nombre y apellidos, orejas y boca y categoría laboral, en muchos casos recientemente elevada. Y no solo eso, porque los conductos reglamentarios funcionan de ida y vuelta, es decir, que son conductores de información. Podrían llamarse centro informativo de la dirección. O centro de difusión de rumores para el personal.
Bueno, que es miércoles y hoy juega el Madrid, así que vamos a dejarnos de ironías. Esto, al fin y al cabo es cosa de siempre. Así que me he puesto de buen humor y he trabajado bastante hasta media mañana, momento en que he bajado a visitar a una compañera para intercambiar impresiones. Hay que estar al día. La información es poder. Nosotras mantenemos una pequeña red de confidencias, al fin y al cabo nos enteramos de todo, aunque nunca por conductos reglamentarios. Existen varios requisitos para pertenecer a esta red:
- Estar atentas y observar las reuniones y migraciones.
- Ser malpensadas.
- Oír. Oír es fácil en esta oficina sin intimidad, dicen que moderna.
- Ser malpensadas.
- Ver quién sale, sube, entra, baja...
- Ser malpensadas.
- Las diversas audiencia de la gerencia
- Ser malpensadas
- Observar los besos y tocamientos matutinos
- Ser malpensadas
Y luego un poco de sal y ligar los ingredientes.
Algunos se maravillan de nuestra capacidad de elucubración. Pero somos mujeres, y por tanto superiores neuronalmente. Digo naturalmente.

Has vuelto

Hoy el viento ha susurrado en mis oídos: ha venido. Y he corrido a buscarte emocionada. Te he encontrado en el pasillo y he mirado tus ojos. A ti todo entero, pero sobre todo tus ojos. Y en ellos he visto la tristeza más absoluta. He sentido las lágrimas brotar de mis ojos y de tus ojos han brotado más. Al fin has dado un paso y me has abrazado.
- Tanto tiempo, tanto.
El viento susurra ahora en mi oído con tu voz.
- Te he extrañado, no se como he podido pasar sin ti todo este infierno, aunque tu siempre estabas conmigo. Por las mañanas cuando el sol del desierto quemaba mi piel a través de la ropa, tu estabas conmigo, cuando comía más arena que arroz, sentado bajo la sombra de una sábana requemada de tanta exposición, estabas sentada a mi lado. Y por las noches, cuando llegaba lo peor del día, el ruido de las bombas, los disparos, las lejanas metrallas, las coloridas llamas, las explosiones y los lamentos de los hombres, mujeres y niños, tu estabas allí, abrazándome, protegiendo mi cuerpo, pero también mi alma. Porque las almas se perdían en aquel destrozado paraíso. Morían los cuerpos, pero las almas habían muerto hacía mucho tiempo.
- Hoy has vuelto, estás a salvo.
- Si, he vuelto, pero traigo conmigo tanto miedo, tanta sangre, tantas imágenes que no podré olvidar.
- Pero yo estaba contigo, te he dado fuerza para aguantar.
- No, porque odiaba cada momento en que estabas allí, en mi memoria, en mi imaginación, en mi cama. Odiaba que sintieras lo que yo sentía, que vieras las cortinas de sangre, los rios de desesperación de esa gente, la igualdad de los muertos y los vivos, la miseria, la sed y el hambre, los partos desahuciados, las lágrimas secas.
Le he abrazado más fuerte y hemos seguido llorando un buen rato. Al fin ha levantado su rostro y me ha vuelto a mirar. Sus ojos seguían apagados, pero una sonrisa ha asomado a su boca hermosa.
- No hablemos, acompáñame a casa y déjame bañarme en agua limpia. Después acuestate conmigo sobre nuestra cama y déjame abrazarte. Me fundiré contigo para recordar que en este mundo, en este lado del mundo, las cosas son mejores. Que puedo besarte cuando quiera. Y que la calle está limpia de cadáveres. Que los niños aquí no son soldados.
Me da miedo verle así. Ha vuelto pero no se cuanto de el se quedó lejos, en aquel paraiso destrozado, cubierto de tiendas ancladas sobre el árido suelo. No se cuanto durará su sed. O cuando podré saciar su hambre. No se cuando dormirá sin soñar que está allí, aún, bajo el cielo encendido. No se cuando creerá de nuevo que está vivo, aunque su alma se murió mil veces. Tanto tiempo, tanto, y ha vuelto y no lo ha hecho.
- ¿Cuanto de ti se ha quedado en aquel lugar maldito?, ¿cuanto del hombre que fuiste no ha vuelto?. Esboza de nuevo una sonrisa, por favor, la necesito para llegar a casa y abrazarte. Amarte tendidos en la cama para irte quitando capa a capa todo el dolor que has traido de equipaje.

lunes, 22 de octubre de 2007

Aleluya

Aleluya, hoy viene Alejandro a España. Para lo que me vale lo mismo me da que esté en la conchinchina. Pero me reconforta saber que está más cerca, localizado. Que le veré en la tele y sufriré cuando le hagan esas entrevistas "tan ingeniosas" que ahora hacen y en las que el entrevistado solo debe quedar como un idiota. No busques Alejandro contestaciones originales, que tu no tienes facilidad de palabra y te liarán. Tu muéstrate tan hermoso como eres, tan sencillo y simpático. Y no trates de entender porque, simplemente, no te preguntan lo que quieran saber sin circunloquios. Claro que tendrás que aguantar todos los tópicos. Te preguntarán por tu fama de Don Juan, por tus cinco hijos, por tus mujeres. Por tu enfermedad y tus accidentes. Te preguntarán lo mismo de siempre. Tal vez incluso de tu última incursión charrera. ¿Y el próximo disco, será de baladas o rancheras? y a lo peor rescatarán tu caída. En fin, sufriré por ti, porque yo se que eres un tímido que lo pasa fatal, pero que luchas y no tienes demasiados complejos, porque sabes lo que vales, y la cantidad de gente que te quiere en la distancia. Aunque tu mismo no entiendes por que. Bueno, a lo que iba, que estás bajo el mismo cielo que yo, ahora si, cerquita. Hoy en Barcelona, pero mañana vienes a Madrid. No se si intentar enterarme de donde te alojarás y dar una vuelta por allí. Me daría vergüenza que alguien supiera que me muero por verte. Pero claro, mis sueños no se limitan a verte salir de un hotel. Tu no me sirves para tan poco. Además vendrás con tu joven novia. Ya he visto que ha crecido de su parte de delante, como diría Andrés Calamaro. Supongo que será un regalo tuyo. Que lo disfrutes.

Mal de muchos...

Todo sigue igual, esto es una sucesión de días sin fin. Otra vez lunes. No puedo más. Hoy me encontraba mal, me dolía todo el cuerpo y la cabeza. No he dormido en toda la noche. Pero hay que cumplir. El trabajo es lo más importante, más que la vida. Cada día lo soporto peor. Voy a tener que hacer hipnosis o algo así, para venir sin planteármelo. Tengo que estar aquí 8,5 horas cada día. Pues ya está. Otros están peor. Mal de muchos consuelo de tontos.

viernes, 19 de octubre de 2007

Hoy he soñado

Hoy he tenido un sueño, como siempre supongo, pero hoy me he acordado de mucho. Es curioso porque nada era lo que parecía. En el sueño tenía una gata que era exacta a como es mi perra, blanca, esponjosa y preciosa. Era más pequeña y era gata. Pero también tenía un perro al que no llegué a ver. Tenía dos coches, mi viejo passat que jubilé hace unos nueve años, y otros que no he llegado a ver. Mi padre no parecía estar en el sueño, pero yo le preguntaba a mi madre si podría conducir, como si lo hubiera hecho alguna vez hace mucho tiempo. Y mi madre nunca ha conducido. Luego aparecía mi hermano, un poco tarde, pero para salvar la situación ya que teníamos que llevarnos dos coches y solo uno de nosotros, yo, conducía. Estábamos en una especie de polígono industrial poblado de tiendas. Eran los 8,30 h. de la mañana y todo estaba abierto. Yo estaba preocupada por mi trabajo, pero tenía horario flexible de 8,30 a 9,30, cuando en realidad es de 7,30 a 8,30. En ese polígono teníamos un casa con jardín, un poco abandonada, pero buena, allí si estaba mi padre, no se si le llegue a ver, pero se que estaba. Cuando íbamos a salir he dejado de soñar. Y a todo esto sin poder entrar en las tiendas del polígono, muchas de ellas de bolsos, mi perdición.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Vaya dia

Estoy cansada, harta, desesperada. Los minutos no pasan, aunque ya son las 3 y 11. Me quedan pocos minutos. En un ratito Yolanda pasará a buscarme, recogeré y saldré por fin a la calle, a la luz del día, al aire fresco. Todavía tardaré una media hora en llegar a casa entre conductores con prisas y maniobras irresponsables (mías también). Mañana jueves, por fin comenzamos a ver la luz. Esta semana ha sido muy dura, quizás porque la pasada tuvo fiesta el viernes. Hemos tardado tres días en recuperarnos del fin de semana. Todos arrastramos los pies por los pasillos. El lunes, probablemente, faltó bastante gente. Yo llevo toda la semana con lo mismo. Desde que el lunes mi jefe me dio un pequeño palo para motivarme. Que bueno, como se preocupa por mi. Así da gusto. Menos mal que ya soy perra vieja en esto (y en muchas otras cosas) y no me altero. Yo sigo mi ritmo. Trabajo, pero han conseguido poco a poco lo impensable: ya no tengo ideas. Antes era una máquina, capaz de llevarme a casa el trabajo en la cabeza y pensar en mejoras, cambios. Pero el tiempo y la falta de consideración (no general, pero si importante y sobre todo decisoria) han motivado que mi actitud cambie. Se mucho, y trabajo bien, pero ahora no tengo ganas. No se merecen, probablemente ningún jefe se lo merezca, que te dejes la piel en el trabajo. Nunca serás correspondido. Eres una pieza facilmente sustituible. Aquí la gente que se jubila no vuelve. Ni la que se va voluntariamente. Por algo será.

martes, 16 de octubre de 2007

Canta solo para mi

Hoy he venido con Alejandro. El y yo solos en el coche. Eran las 7,15 y el me cantaba al oído "Y yo no se olvidar, como lo hiciste tu" como si yo hubiera podido olvidarle de haberle tenido. La mañana es templada, pero aún es totalmente de noche. Mi coche parece un recinto romántico y solitario, rodeado por otros muchos coches. Conductores con cara de sueño, bostezando, pasajeros de un camino sin final feliz. Pero no me importa si el camino es largo. Al fin y al cabo yo voy susurrando canciones con el. Cuando me paro en un semáforo bajo un poco el volumen. Es mi secreto. No quiero que nadie oiga lo que me dice. "Ahora llevo todo mi Amor a tu Amor atado". Ya se que es muy temprano para el amor, pero hay que aprovechar los huecos que te proporciona la circulación. Sino, ¿que haría?: maquillarme, ahondar en mi nariz, dormir en los semáforos... Aunque sea tan temprano mi corazón está despierto. Y mis sueños siempre van conmigo donde quiera que voy. Canta Alejandro, solo para mi en esta mañana que parece levantarse nublada. Canta solo para mi en esta mañana madrileña gris. Cuando llegue a mi destino me olvidaré de ti, probablemente hasta la hora de volver a casa. Entonces me montaré en mi coche, arrancaré y te pediré de nuevo que cantes solo para mi.

lunes, 15 de octubre de 2007

Fiesta nacional

El día 12 de octubre se celebró la Fiesta Nacional. Fiesta de militares y curas, de reyes y políticos. No es mi fiesta. Primero porque no deseo una fiesta nacional en la que se encumbren símbolos patrios que huelen a rancio. No quiero banderas ni fronteras, ni toros de osborne ni águilas. No quiero oro y gualda. Lo único bueno del desfile fue la cabra, festejada por mi como la más coherente de un pasacalles que ensalzó el buen rollo, con aviones que dibujaban estelas en el cielo, legionarios con el pecho al aire y ceñidos calzones, soldaditos españoles (pocos españoles) de un ejercito de opereta. No hubo sangre, ni lágrimas. Unos cuantos agitaban sus banderas, regalo del PP del caudillo Rajoy, al ritmo de la música. Pero como dijo Brassens "Cuando la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual, que la música militar nunca me supo levantar". Yo me quedé en casa. Un día insulso. El día del Pilar. El día de la Hispanidad. ¡Que día! También se conmemora la "conquista" de América. Un hecho que se debería acallar, para que no nos remuerdan las conciencias. Hay mucho que pagar. Matamos, robamos, usurpamos... sin medida, en nombre de Dios y de la Patria España, con el beneplácito de los reyes -siempre en nombre de lo mismo, siempre los mismos- fuimos el azote de los indígenas, su plaga de muerte. En fin, que el día de la fiesta nacional fue un día aciago, con el color caqui de la mierda tiñendo la desaprovechada mañana madrileña. No estaba sola, pero los que gritaban no eran de los mios. Los que agitaban las banderas y los que desfilaban tampoco lo eran. Es dificil ir contra la corriente: "En el mundo pues no hay mayor pecado, que el de no seguir al abanderado".

miércoles, 10 de octubre de 2007

La puerta

Hoy he perdido las ganas de soñar. He pasado por encima de las cosas triviales y he llegado a la puerta. Y cuando he abierto me he encontrado con cientos de muertos, amontonados sobre el suelo desnudo, salvo por la alfombra de sangre coagulada. Todos tenían los ojos abiertos, habían muerto mirando, viendo el último día de su vida, mirando el cañón de una pistola, los ojos de su verdugo, el estallido brillante de una bomba justo antes de matarles, el estruendo del sonido que deja el silencio total, el polvo y la metralla peleando en el aire, los miembros amputados, los cuerpos desnudos.
Cada día abro la puerta y me los encuentro. Son de todas partes, asociados del club de las víctimas inocentes, un club que se extiende por todo el mundo y que no cobra cuotas. Tampoco es exclusivo: cabemos todos.
Siempre habrá formas de morir, fáciles, sangrientas, baratas. Como a marionetas nos cortarán la cuerda que nos sujeta y caeremos sin forma sobre el húmedo suelo cubierto de las lágrimas derramadas por los supervivientes, los que sabemos que seremos los muertos de mañana.

La paella

Son las 14:43 h. y huele a paella en mi oficina. Ahora no me quiero bajar del mundo, quiero subirme en la paella. Son los jefes, que celebran (la palabra les va al pelo) las juntas en la oficina y comen aquí para no perder el tiempo. Son comidas de trabajo, pero para los que estamos trabajando y no comemos son ratos penosos, sobre todo a estas horas en que el estómago es totalmente autónomo. En fin, es la lucha de cada día, de la que tanto hablo, pero con azafrán y pollo. Y con granos de arroz por todas partes. Mañana aún habrá algunos en la moqueta y en las rendijas de los sillones de la sala de juntas. Y oleremos a paella durante varios días. Los conductos del aire acondicionado repartirán por toda la planta los efluvios del arroz y lo revolverán una y otra vez por esta moderna oficina que no tiene ventilación. El mundo sin ventanas. Bueno, me voy, que me llaman que hay paella de sobra. Siempre sale el sol.

martes, 9 de octubre de 2007

Pechos

Me siento un poco retrógrada. En mi juventud, las imperfecciones de la naturaleza se aceptaban como tal. Cada una era como era y ya estaba. Una nariz puntiaguda o grande era ignorada o valorada como parte intrínseca de la personalidad, mientras unos labios gruesos eran admirados. Los pechos eran simplemente pechos, no parte de una imagen estereotipada. Ni siquiera estaban de moda los grandes, tenían que caber, decían los chicos, en la palma de la mano.
Todo era cuestión de suerte. De la lotería de la madre naturaleza. Si salías alta y delgada, estupendo. Sino, ajo y agua. De todas formas, nosotras no queríamos ser modelos, ni siquiera azafatas. Nuestros sueños eran universitarios. Nuestro hombre ideal era el Che, del que supimos cuando ya había muerto (cuantos dormitorios habrán adornado la foto de Korda). Nos moríamos por Serrat y cantábamos en catalán con Lluis Llach o Raymon, simplemente porque no se podía. Y apoyábamos las luchas libertarias de sudamérica. Todas fuimos chilenas llorando la muerte de Allende o Victor Jara y todas fuimos hijas de las madres de la Plaza de Mayo.
Como han cambiado los tiempos. Ahora la gente se opera de todo, hasta de ideología, que puede que haga michelines. Y yo me refugio en aquellos maravillosos tiempos en los que la juventud era mia.

lunes, 8 de octubre de 2007

Zoo

El sonido sepulcral es la ausencia de sonido. Debe serlo, pero conlleva tensión emocional, dolor, ráfagas de viento susurrando y algún lejano lamento, tal vez algún perro aullando en la lejanía.
Muchas tardes, sobre las 7 acudo al zoo de Madrid, donde la hierba cuidada y el ambiente tranquilo me gustan para pasear un rato a mi perra. Es una zona de la Casa de Campo que mantienen limpia y que tiene acceso en coche. Muchas otras personas: corredores, paseantes o simplemente gente que va un rato a respirar aire puro acuden también. Y de vez en cuando, en zonas concretas buscadores de sexo que se ocultan más que mostrarse. Son discretos, conducen despacio por el aparcamiento buscando un cuerpo afín. Es sexo entre almas perdidas, no hay negocio.
Pero todo es una ilusión. Estamos en el aparcamiento, césped y enormes pinos piñoneros poblados de loros verde brillante salidos del comercio clandestino y de ardillas juguetonas. Es el paraíso, y si embargo es el aparcamiento de la cárcel.
Pero es peor aún, porque es una cárcel abierta al público, un escaparate de miserias y vidas esclavas, donde los de fuera sonríen y gritan admirados y los de dentro lloran en silencio sin saber porque. La libertad que muchos no han conocido nunca es una palabra ajena, un simple sonido sin significado.
Los cuidadores disimulan las vayas de protección, los fosos que separan a los inocentes de sus verdugos. Nadan en una piscina que simula un lago, recorren una y otra vez sus 10 metros de territorio o se mantienen colgados de un árbol. Y nos miran con ojos que yo veo perplejos. ¿Quienes son esos seres que nos miran con detenimiento, esos pequeños que nos señalan con sus dedos y esos tarugos que nos tiran pipas y cacahuetes?.
Esto es una fiesta, hay dos nuevos presos. Dos pandas venidos de China. Y las colas se hacen interminables. Hasta la familia real ha ido a verlos. Pobres. Cadena perpetua o muerte. Ya han sido condenados. Y mientras tendrán que aguantar los oh! admirados de los paseantes, los miles de flases, la captura de sus imágenes que como algún brujo diría, les captura el alma.
Es uno de los recintos mas tristes del mundo. Solo lo puedo comparar con instituciones psiquiátricas, antiguos orfanatos o cárceles. Reclusión por la mañana, por la tarde. Reclusión hoy y mañana. Y la única salida es terminar de una vez, no hay salvación para estas pobres y apagadas figuras. Los hombres llevan a sus hijos a ver a estas criaturas. Es bueno para ellos, así aprenden. Pero que aprenden, que el tigre blanco está detrás de una rejas y que de vez en cuando ruge, o que las jirafas solo mastican las hojas de sus árboles, o que el orangután tiene una mirada humana, que parece despreciarnos detrás de sus cristales. Aprendemos que las serpientes están en urnas y comen ratoncillos blancos, o que los delfines hacen monerías. Aprendemos que la vida se puede encerrar entre cuatro paredes y nadie pone el grito en el cielo. Aprendemos que los bosques se queman y las selvas se desbastan y que los habitantes de los territorios lejanos ya no están lejos, están aquí, en el Parque de Atracciones.
Os acordaréis del negro de Buñolas, un hombre disecado expuesto durante años en el museo de ciencias naturales. Un día alguien se dio cuenta de que eso era irracional, inhumano, que atentaba contra los derechos del hombre, contra su dignidad. Bueno, estoy segura que dentro de unos años alguien se dará cuenta de la tristeza que hay en los zoos, de la poca dignidad que les dejan a sus animales fuera de su entorno, expuestos a las miradas descaradas de los humanos, alimentados y cuidados como si fueran incapaces de sobrevivir sin la mano del hombre, cuando es el hombre el que con su mano les encierra y les expone. Probablemente algún día todo esto será historia.

sábado, 6 de octubre de 2007

Un novio cubano

Me ha contado una amiga que tiene un nuevo novio. Se llama Adán y es cubano. Negro dorado, con el pelo negro ensortijado y una sonrisa blanca que siempre asoma en su boca. Por lo visto la tiene en la gloria. Que envidia. Siempre ha sido muy ligona. Pero ahora tiene 36 años y dice que no está para perder el tiempo. Le gustaría tener una relación seria y tener hijos, pero el destino es ajeno y todo lo que encuentra son planes sin futuro. Y puestos así, ha decidido coger a manos llenas este amor cubano, que le dará, al menos, un tiempo de felicidad, alegría al cuerpo y ejercicio sano. Mucha salsa y merengue. Salidas nocturnas y daykiris. Tal vez no pueda tener exactamente lo que quiere, pero lo que tiene es lo mejor de su vida.

No se llevó nada

Hoy me he levantado por el lado izquierdo de la cama. No había nadie a mi lado y he preferido rozarme con las sábanas que aún tienen su olor y bajar por su lado. Sus zapatillas estaban debajo de la cama y me las he puesto. He entrado en el baño y he usado su cepillo de dientes. Ni tan siquiera eso se llevó. Se llevó mi vida, pero dejó su ropa, sus libros. Se llevó mi risa, pero dejó su cepillo de dientes y las maquinillas de afeitar. No se donde está. Me llamó desde el móvil y me dijo que se iba, que no aguantaba más. Luego le llamé y le llamé, pero el móvil estaba muerto. No se que ha pasado. La vida nos iba como a todos, unas veces bien y otras peor. Pero los días transcurrían tranquilos y las noches eran un remanso. Abrigada con su calor, dormía como si estuviera en paz. Sus brazos me servían de almohada y su pecho era el muro dorado que atemperaba el tiempo de la madurez. Era una niña amando. Pero se fue. No se donde estará y aunque mis ojos observan desesperadamente cuanto rostro se cruza en mi camino, nunca es el. Nunca asoma su frente sobre los caminantes. Nunca veo esos ojos marrones que un día brillaron de amor y dulzura solo por mirarme. No me di cuenta quizá, ahora lo pienso y sus ojos se apagaron hace mucho tiempo. Era yo la que abrazaba en las noches frías, pero sus manos no frotaban mi espalda. Sus besos no alcanzaban mi boca. Tal vez, si, ahora recuerdo, perdió hace mucho su sonrisa, ese hoyuelo que aligeraba mis prisas no se marcaba en sus mejillas. Le perdí sin darme cuenta y no se llevó nada.

viernes, 5 de octubre de 2007

Que digan misa

Es curioso como le quiero. Como una adolescente ilusionada, capaz de saltarme todas las barreras solo para besarle. Es mas joven y más hermoso que yo. Con una sonrisa que ocupa todo mi horizonte. Y unos ojos redondos como platos donde proyecto mi presente. Hoy vuelvo a soñar con sueños imposibles, con locuras de amor. Camino ligera y me miro en los escaparates. El me espera. Da igual lo que piensen los demás: que digan misa.

Las palabras

Me gusta la libertad que dan las palabras, las frases. La libertad de convinarlas y expresar los más inquietantes pensamientos. Esos que a veces, ni siquiera conoces hasta que los escribes o los dices. Las palabras son mi don, mi libertad, el tesoro que me impide decaer, rendirme. La literatura no tiene límites, ni necesita coartadas. Pueden prohibirte, incluso encarcelarte, pero el pensamiento que expresa nuestro lenguaje, las palabras que salen de nuestra boca, que escribe nuestra mano, vuelan libres y son capaces de esconderse y esperar su momento. Nadie puede destruir las palabras, porque hay muchas, y se utilizan una y otra vez, y crecen y se reproducen y nunca mueren. Están en cada uno de nosotros, archivos vivientes. Y se envían, y se mezclan y se traducen y se editan y se graban. Las palabras no mueren nunca, aunque el olvido las relegue a un rincón llenas de polvo, surgirán en la mano de algún poeta, o volverán en los libros clásicos. Y yo leeré a Cervantes o a Quevedo, entenderé lo que escribían, y seguirán vivos.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Llueve

Hoy llueve. Detrás de la ventana suenan las gotas golpeando el cristal. Me encanta ese sonido, y el olor de la tierra mojada. La lluvia significa para mi una vida distinta, un corazón más alegre. No se porque, pero siempre he pensado que mi mundo estaba en climas más lluviosos, y también mi naturaleza se muestra más conforme con la calma de los días nublados, con la tranquilidad espiritual del sonido rítmico de la lluvia.
Ha amanecido y sigue lloviendo. Respiro porque creía que era un sueño. Pero desde la ventana veo el suelo mojado y el salpicar de las gotas sobre el asfalto. Hoy será seguramente un buen día.

martes, 2 de octubre de 2007

Pendiente

Es curioso como apartamos la mirada de lo que no queremos ver, o, como en nuestro caso, no hablamos de lo que no queremos. Tenemos un tema pendiente. Tu lo sabes igual que yo. Y mientras no lo aclaremos las cosas no serán igual que antes. Tal vez no quieras que lo sean, en cuyo caso sería mejor terminar de una vez. Yo si quiero.
Y piensa de nuevo en aquel domingo, piensa, porque seguramente tus impresiones no son las mismas que las mías. Yo también tengo dentro resquemor y creo que me fallaste. Lo mejor sería aclararlo entre nosotras. Si no lo has hecho, lee el texto titulado "Caminar juntas". No tenemos prisa, pero tampoco tiempo que perder.

Otro lunes

Ya se que me repito. Y que hoy, encima, no es lunes. Pero esto mio es un sentimiento, no le busquéis lógica. Estoy de lunes, que es como estar de luto por el fin de semana. El tiempo es relativo, y estas 8 horas que me paso en el trabajo me duelen en el alma. No es tiempo perdido. Estoy produciendo para mi empresa, para mi país, para el mundo. Supongo. Aunque no se hasta que punto es importante mi grano de arena. Pero ese no es el tema. El tema son las rejas que caen cada mañana a las 7,3o y no se levantan hasta las 15,30 h. Es un mundo. El reloj no corre y la cabeza y las manos se saturan. Me pregunto si mis compañeros están igual que yo. Pero creo que hay gente que no se lo plantea. Quizá yo antes tampoco, pero ya son 30 años. Más que las condenas perpetuas. Y aún me quedan 15 años, al menos, para la jubilación. Y tampoco quiero que pasen rápido. Quiero vivir. Pero mi nombre está en la hoja de cálculo de la organización mundial. Y tengo mi vida compartimentada como el resto de los ciudadanos afortunados, que tenemos televisión, dvd, canales satélites, coches, vacaciones de verano... Quizá el precio que pagamos es excesivo: la libertad.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Soy Winston Smith

Me siento vigilada. Pasó 1984 y Orwell fue agasajado. Pero hoy ya no parece recordarse fuera de los ámbitos literarios. Y sin embargo su historia sigue aquí, cada día más parecida. El Gran Hermano nos vigila y controla. Hay cámaras en las calles, en los comercios, en los aparcamientos. Yo tengo que enseñar mi DNI a un barrera de guardias todos los días, para pasar a mi casa por la C/ Mayor. En las calles a una señal de alarma, aparecen como setas después de una tormenta decenas de policías secretas, vestidos con vaqueros y camisetas y con un pinganillo en la oreja, que obviamente no es un MP3. Debajo de mi ventana, desde hace aproximadamente un mes hay aparcada una vieja camioneta. Es curioso, porque donde cualquier coche o furgoneta son sospechosos y revisados en sus aparcamientos, esta furgoneta, que ya parece en si sospechosa por lo sucia y abandonada, campa a sus anchas en su aparcamiento fijo. Si estás atento, ves entrar y salir a jóvenes normales, y si estás más atento, reconoces en ellos a esos policías secretos discretos que pasean sin rumbo. En todos los comercios, en sus puertas, policías privados -privados muchas veces de sentido común- que actúan por encima de la ley persiguiendo por las calles a los pequeños chorizos. Carreras que producen caídas de gente mayor y alarma. Por mi calle, peatonal, patrullan regularmente los coches de la policía municipal y nacional. De Sol a Ópera, despacio, mirando y no encontrando nada, como pasa siempre. Cuando hacen falta, no aparecen. Ultimamente han aparecido nuevos guardias de movilidad en bicicleta. Hay muchos. Parece que ya ni siquiera exigen determinada altura. Y te tratan con la condescendencia de quién se sabe con el poder sin argumentos ni formación, ni entrenamiento suficiente para organizar lo que se supone que organizan, el tráfico. En realidad son recaudadores de dinero, cazadores de multas con una ipod en lugar de escopetas. Y al final, cuando has sorteado toda la vigilancia, los controladores de la hora te ponen la guinda. Con sus bonitas camisas azul y verde esperanza patrullan sin descanso poniendo multas a diestro y siniestro. Aunque hay zonas de seguridad: por ejemplo, que alguien me indique si le han puesto alguna multa en la puerta de una pastelería Mallorca, mientras dejaba el coche en segunda fila. O en la entrada de un buen restaurante. Para todo hay clases y niveles. Y donaciones bienintencionadas de los comerciantes importantes.
Pero a pesar de todo cuando hablas con la gente, no se dan cuenta. O te argumentan que es por tu seguridad. ¿Sabéis de algún robo que hayan evitado estas medidas? ¿O de algún caco que haya sido detenido tras salir en estas grabaciones? Los policías secretas, discretos, se cruzan en sol con los ladrones, también discretos, pero fichados y bien conocidos por la policía, y realizan su trabajo con aparente relajación y bula.
Lo que me da verdadero miedo es que nos vamos acostumbrando. Un ciudadano honrado no tiene nada que temer. Pero no es verdad. ¿Y si ten confunden con un ciudadano que no lo es? ¿Y si cometes algún error contra las normas? La vara de medir no es la misma para los habituales que para los esporádicos.
El Gran Hermano está presente en el año 2007, en España, en Madrid. Trabaja desde la sombra para convencernos de que esta forma de vivir es la buena. Que la libertad solo aporta desorden y caos.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

El inesperado día del fin del mundo

Si hoy fuera el día del fin del mundo me entrarían las prisas. Tanto por hacer y tan poco tiempo. Me ha pillado el toro, como siempre. Tengo que arreglar la casa, recoger la ropa del tinte, embalar mis miniaturas y el cristal, cerrar las persianas... Mirar si lo cubren los seguros de hogar y accidentes que tengo contratados. Y decirle a mi gente lo mucho que la quiero. Lo mejor sería hacer una reunión para estar todos juntos cuando llegue. Pero ya sabes, todo el mundo tendrá ya otro compromiso. Este fin del mundo va a acabar como el rosario de la aurora. Lo veía venir. Esto no se puede consentir. Tendrían que habernos avisado con tiempo. ¡Que lo suspendan! Que lo pongan otro día. Sino, me quedaré con la sensación de que esto no está bien organizado. ¿De quien es la culpa? Seguro que de Zapatero dirán unos, pero yo creo que será cosa de Bush. Parece gafe. Bueno, sigo, tengo que mandar unos correos a mis jefes, de despedida (como no se acabe el mundo...) y quemar algunas cartas de amor. Ah, y facturas que a nadie le interesan. A este paso, tendré que citarme con un psicólogo por la tarde, porque estoy con una angustia..., hecha un manojo de nervios. Pero no, lo mejor será presentar una reclamación. Voy a llamar ahora mismo al ayuntamiento:
- Srta. donde puedo reclamar por este desatino.
- Un momento, no se retire - me ponen música-
- Siga a la espera -sigue la música-
- Sra. por favor llame Vd. a protección civil, a ver si la pueden informar. Aquí no sabemos nada.
- Pues páseme con el despacho del Alcalde
- Un momento, no se retire - me ponen música-
- Siga a la espera -sigue la música-
- Sra. la secretaria del Alcalde está ausente, no le puedo pasar. ¿Desea alguna otra cosa?
Cuelgo y llamo al 112. Supongo que el servicio de emergencias estará al tanto.
- Ha llamado Vd. al 112. En estos momentos todos nuestros operadores están ocupados, manténgase a la espera -me ponen música-
Después de 30 minutos cuelgo. No puedo permitirme perder el tiempo de esta manera. Está visto que si no me las arreglo sola no hago nada. Llamo a mi marido:
- ¿Enrique, has visto las noticias?
- Cariño, luego te llamo que estoy reunido.
- Pero Enrique...
- Luego te llamo, ahora no puedo. ¿Es que no puedes esperar?
- No, no puedo.
- Claro, tu siempre igual, siempre la primera. Pues ahora no puedo. Adiós.
Otro. Y yo con el fin del mundo a la vuelta de la esquina y con estos pelos. Y sin poderme despedir de Alejandro. Esto solo pasa en España. ¡Que país!.

Veleta

Sigo la cadencia del viento, como una veleta. Soy al fin y al cabo un ser sin ancla. Vivo al borde de un abismo negro, el de la muerte, que me llama con su voz desinflada, que me ofrece paz. Siento vértigo, porque la altura es grande y el salto infinito. Sin vuelta atrás. Sin equipaje para llevar al menos todo el amor que dejo. No son muchos los que me aman, pero los que me aman lo hacen desde un corazón grande, herido, pero capaz de amar sin condiciones. La balanza se inclina peligrosamente. ¿Que me retiene en este mundo loco?, que poco deseo seguir viviendo. Me cuesta tanto avanzar. Arrastro mis pies y siempre acabo donde no quiero ir. Donde las sonrisas falsas adornan el ambiente enrarecido. Donde los amigos tienen la fecha caducada. Sin embargo, ese amor que me retiene tiene el color azul de un cielo claro, el amarillo intenso del sol en los tejados blancos del sur. Tal vez si aguanto un poco el viento cambie y la veleta gire. Tal vez señale un horizonte abierto, una pacífica isla donde descansar mi cuerpo y mi alma, donde encontrar el equilibrio y perder el miedo a seguir viviendo.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Mi hermano

Quiero a mi hermano. Le quiero con todas mis fuerzas. Creo que sería capaz de hacer cualquier cosa por el. Y le quiero más porque conozco sus fuerzas y sus debilidades. Lo que le hace mejor y lo que le hace fallar a veces. Y conozco su lucha desde siempre, desde que era un niño: lucha por la superación, por la perfección.
Es un hombre inteligente y cultivado. Me sorprende con sus conocimientos, con una curiosidad natural que le ha llevado a ser un verdadero erudito en diversos temas, aunque el nunca lo reconocería. Yo no necesito enciclopedias. El es mi referente.
Pero es humano, y en la parte humana es donde tiene más problemas. Porque es un buen hombre, pero esa perfección que se exige a si mismo la quiere para todos. Y no puede ser. El sacrificio de marcarte una línea y seguirla pase lo que pase solo está al alcance de unos cuantos. No de la mayoría de nosotros. Y a veces el exceso de exigencia no te permite disfrutar de las cosas sencillas de la vida y de los que te rodean.
Pero no importa, en sus errores, mi hermano también es amado. Merece serlo, porque es un excelente hombre.
(La foto -gracias- es de Ángel Fernández)

¿Quién posee la verdad?

Ayer estuve en una comida muy agradable. E interesante también. Uno de los invitados era veterinario. Y surgió la eterna cuestión de la educación de los perros y de como los amos de animales de compañía solemos atribuirles cualidades humanas. El comportamiento de estos animales es sorprendente para un lego, quizá no para un veterinario. Pero los médicos - y los veterinarios los son - deben "comprender" que los humanos si tenemos cualidades humanas, y que somos débiles, que caemos en las tentaciones y hacemos a nuestras mascotas a nuestra imagen y semejanza. Y como seres imperfectos somos capaces de amar humanamente a nuestros animales e incluso a "cosas". ¿Debe abrirse un debate ético o académico cada vez que un experto en la materia se encuentre con un dueño de perro? Démosle nuestra parte de respeto a los perros y gatos. Aunque ellos no sean humanos, nosotros si, y les debemos la consideración que nuestra especie debería darles a todos sus vecinos en la naturaleza. Si mi perra sabe que cuando suena el despertador me tengo que levantar a sacarla, o que antes de salir de casa hay que quitarse las legañas en el baño, no me importa demasiado como definirlo. Mi perra es muy inteligente.
Y cuando mi perra sufre y me mira con esos ojos donde asoma el corazón y el alma, ¿que debo hacer?: ¿catalogarlo como una casualidad? o como una emoción que nos atañe a las dos. Mi emoción basta para las dos.
Quizá deberíamos ser todos más comprensivos. Más aún cuando se podría demostrar, estoy segura, que los dueños de perros caseros, de perros consentidos, son personas que nos serían capaces de hacer daño a otros seres. Si puedes maltratar a un perro, ¿que nos serás capaz de hacer con un ser humano?. En eso creo. En eso y en el amor mutuo que mi perra y yo nos profesamos.
(La foto -gracias- es de Ángel Fernández)

Dos días sin blog

Que mono. Dos días sin blog. Y todo por la intervención no solicitada de telefónica que me ha dado de baja con mi operador. Ha logrado lo que por otras vías es imposible, con la simple particularidad de que yo no lo he pedido. En fin. Ahora me encuentro sin conexión ADSL y me tengo que dar de alta de nuevo. Con mi antiguo operador Orange, que ha cambiado las condiciones de mi contratación cuando ha querido (aunque cada vez va más rápido y no me da apenas problemas). O con telefónica que me hace una oferta especial por el error cometido. ¡Que buenos son!.
En fin que esto de los operadores telefónicos es como la Iglesia Católica, una vez que te apuntas no puedes dejarlo. Hay muchas personas intentando apostatar y parece imposible hacerlo. Cada baja supondría una pérdida económica para la Iglesia. Además de una pérdida de su poder social. Reconocer que hoy en día hay gente que se quiere dar de baja del catolicismo es contemplar la posibilidad de producir altas en este mercado persa de las religiones que hoy en día se anuncian en nuestras calles y pueblan nuestros barrios.
Las iglesias siempre a la búsqueda de las almas perdidas, en el sentido más literal. Almas que no encuentran a que asirse en este mundo sin valores éticos, sin espiritualidad. Donde se alimenta el cuerpo y se desarrollan los músculos visibles, pero donde no se cuida la esencia que nos compone, la que nos permite vivir en este mundo sin ser asolados por la angustia, sin caer en las depresiones. Estamos perdiendo nuestra capacidad de adaptación en un mundo en que todo se nos hace fácil menos mantener el bienestar mental.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Camisa de once varas

Que complicado es todo. Lo más sencillo se vuelve imposible por la simple intervención humana. Que manera de estropearlo todo. Con lo fácil que sería dejar a cada uno con sus temas y no meterse en medio. Y sobre todo, no meterse en medio de los asuntos ajenos. Otro gallo nos cantaría si cada cual fuera a lo suyo. Y a veces, ni siquiera hay mala fe. Es simplemente ganas de complicarse la vida, de meterse en camisa de once varas.
Y lo peor de todo es que en la vida no existe el CTRL Z de windows (deshacer). Aquí si metes la pata es muy dificil deshacer el entuerto. Dar marcha atrás es complicado, primero por el maldito orgullo y segundo porque creemos, ingenuos, que tirando hacia delante podremos corregir la situación. Pero como bien sabemos, las cosas cada vez se complican más. Esto se puede aplicar a mil situaciones cotidianas. La próxima vez pensad si de verdad merece la pena vuestra intervención, o las cosas irán mejor sin ella.

Viernes

Hoy es viernes. Un día más en mi tranquila vida. Y un día menos. Al fin y al cabo, me paso toda la semana esperando este día. Sabiendo, por la propia experiencia que el fin de semana dura un soplo. Pero algo es algo. Alguien dijo que el trabajo es salud. Y seguramente es verdad, salud mental, porque te permite vivir y en muchos casos, no te permite pensar. Pero a veces me gustaría haber explorado otros caminos. Habérmela jugado en alguna esquina y haber probado cosas diferentes. ¿Debo estar orgullosa de ser una ciudadana sin tacha (?), cumplidora incluso con hacienda? O debo sentirme triste por haber llegado a los 50 años sin que pueda contar historias a mis nietos: primero porque no los tengo (ni hijos) y segundo porque mis historias deberían ser inventadas. Nunca he vivido aventuras dignas de narrarse. Solo pequeñas anécdotas que ya ni recuerdo. Me siento joven aún, pero de alguna manera noto que se me acaba el tiempo de las pruebas y los riesgos. Y soy cobarde, muy cobarde para salir a ese campo de fieras que es el mundo, en el que los predadores son los seres humanos.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Demasiado tarde

Te hablo, pero no me oyes. Te explico, pero no lo entiendes. Te miro con el corazón en los ojos, pero no eres capaz de verlo. Me siento tan sola.
Acudo cada tarde a casa, después del trabajo, buscando la paz de un refugio seguro, mio. Me desnudo, me quito las joyas, los zapatos. Me ducho para quitarme el olor de un día entero de calle y de oficina. Y cuando acabo, llega mi enemigo, el hombre que me odia. Es el hombre con el que vivo, con el que estoy casada, el hombre que un día me amó, estoy casi segura, aunque nunca como le amé yo. A veces le miro mientras duerme y me parece que aún le quiero. Pero cuando está despierto, cuando le veo invadiendo mi espacio, ocupando mis lugares de la casa, abriendo las puertas que yo cierro y cerrando las que voy dejando abiertas... entonces me pregunto que ha quedado del tiempo que pasamos tan felices. Como sin darnos cuenta hemos terminado y convertido nuestra casa en... un campo de batalla. Bendigo los días en que viene mohino y no me habla. Maldigo los que viene un poco bebido. Entonces siento verdadero miedo de este hombre que no conozco. Le miro y leo en sus ojos el asco que le provoco. Saldría corriendo de mi casa, pero es mi casa y no voy a marcharme. Aguantaré. Pero por las noches, mientras me duermo, tirito de miedo, acostada a su lado, temiendo lo que pueda hacerme. Temiendo que para mi ya sea demasiado tarde.
(La foto -gracias- es de Juan José Laborda)

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Caminar juntas

A veces se discute y cuando se reflexiona no se encuentran las causas concretas. Pero está claro que ambas partes se sienten ofendidas. Y según pasan los días la bola va creciendo y las razones se afirman en la piel. Y deja de tener importancia el origen de las cosas, o lo verdaderamente importante. El orgullo sostiene las velas de las dos y el viento que las agita hace cada vez más grande la distancia.
Yo dije, tu dijiste... tal vez fuera un mal día para ambas. Tal vez había cosas sin decir, cosas sin verdadera importancia. Le damos mucha importancia a las palabras y las palabras a veces se escapan de la boca sin sentido, sin sentirse.
Tu lo sabes y yo lo se.
Pero pienso en las cosas importantes: en el cariño, en la confianza, en lo que se ha compartido, en las risas y los llantos.
Es una bolsa grande. Pero no pesa.
¿Podemos entonces olvidar las piedras del camino y seguir por el sendero verde, ancho, que nos permite caminar juntas?

Una nueva terapia

Me apetecía escribir una ranchera desgarrada de esas que canta mi Alejandro.
Que difícil es amar sin ser amado,
llorar sin consuelo por lo que se ha perdido
ese trozo de cielo, ese amor inmenso...
ese corazón desesperado.
Maldigo al destino.
Pero no te digo adiós, porque no puedo.
Y no te miraré mientras te vas.
Ni en la distancia de los días podré admitir
que no vas a volver
Ni mirando al horizonte lejano admitiré
que no vas a venir
y no me rendiré, no puedo hacerlo,
porque entonces tendría que morir.
Golpearé la almohada que acarició tu piel
y la abrazaré aunque no guarda tu calor.
Y en las madrugadas, sin dormir, me oirán gritar
el dolor de saber que fuiste mía
y te dejé marchar.
Maldigo al destino que nos separó.
Los ingredientes son: pasión desatada, amor desesperado e intensas despedidas. Pruebenló como terapia antiestres, a mi me funciona.

Dejar fuera el dolor

He estado escribiendo algunas cosas en mi blog de poemas y me gustan. Al menos me parecen dignas, pero a la vez veo que son tan tristes... Es lo más bello lo más triste, aunque a veces no lata en la superficie de nuestro cuerpo, de nuestra cara. Pero probablemente en el fondo de nosotros todo sea tristeza, porque incluso cuando estás en lo alto de la ola, sabes que esta pronto romperá. Así las ilusiones, los sueños, el amor, la felicidad... todo es efímero. La vida es azar y es bien sabido que en el juego nadie gana.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Un ser diferente

Crecí como una serpiente enroscada a un árbol, un pequeño tronco de árbol frutal, transparente, por donde fluían líquidos rojos y amarillos. Mi boca sin labios, boqueaba como la de los peces fuera del agua y mis ojos giraban en sus órbitas observando: paredes blancas, mesas blancas, sábanas blancas, batas blancas.


No tenía conciencia del tiempo, pero eso que no conocía transcurría lentamente. Los hombres y mujeres de las batas blancas venían a verme, me vigilaban, tocaban mi cuerpo de serpiente enroscada a un árbol y lo pinchaban, lo medían y lo pesaban. Yo estaba allí, aunque no me veían, estaba allí. Miraba intensamente el ángulo de la habitación que podía ver y trataba de concentrarme en las paredes blancas y atravesarlas, o ver el reflejo de lo que yo era. Pero tenía miedo, el miedo creció conmigo y me abrasaba más que mi piel cuarteada. Algunas veces oía en susurros la palabra monstruo y aunque no sabía exactamente lo que significaba, me aterraba. Podía sentir su repulsión y su curiosidad y ambas alimentaban mi miedo. En ocasiones oía decir: dejadle morir, por Dios, cortad esos cables.


Es curioso porque ellos no me atribuían capacidades humanas, no sabían que yo podía sentir e intuir lo que significaban sus palabras y aún así cuando se referían a mi, hablaban en susurros. Yo les seguía con los ojos, pero ellos creían que no veía y boqueaba, pero ellos no sabían que quería hablar.


Si supiera odiar, odiaría a mi madre tronco de árbol transparente sobre la que me enrosco y si supiera lo que es morir, no sería capaz de pensar en nada más.

María

María estaba tendida sobre el suelo. Una mujer sin tiempo, con los brazos extendidos y las palmas abiertas, rendidas. Los ojos de par en par y por la comisura del labio una fina estela roja bajaba por su mejilla y se perdía en su pelo.

En ese barrio pobre había vivido toda su vida. Primero con su padre, un hombre que vivía para beber. Y cuando no tenía dinero la vendía a otros borrachos en algún rincón de las casas abandonas del barrio. Ella nunca se arrastró, pero entre todos la hundieron en miseria.

Pasó de hombre a hombre como de oca a oca. Pero todos eran el mismo. La misma cara y las mismas manos sucias, caricias rudas y bofetadas. Los mismos dientes de hiena mordiéndole el alma. No aprendió a leer ni a escribir. Siempre fue una esclava, aunque nunca tuvo un empleo y siempre fue usada. Nunca llegó a saber que era humana.

Hermana de género, huérfana de flores y de halagos, hundida en la miseria y en los cantos rodados de un camino que siempre la arañaba. Agua siempre sucia. Mirada siempre baja. María, ¿quién te dejó aquí abandonada?, ¿porque no vino nadie a salvarte?. María, ¿porque no fuiste nunca la reina de tu casa?, la muñeca de tus padres, una niña amada.

Cuantas Marías más. Cuantas cada día mueren sobre el suelo tendidas, asesinadas algunas y muchas, simplemente, rendidas.