jueves, 27 de septiembre de 2007

Soy Winston Smith

Me siento vigilada. Pasó 1984 y Orwell fue agasajado. Pero hoy ya no parece recordarse fuera de los ámbitos literarios. Y sin embargo su historia sigue aquí, cada día más parecida. El Gran Hermano nos vigila y controla. Hay cámaras en las calles, en los comercios, en los aparcamientos. Yo tengo que enseñar mi DNI a un barrera de guardias todos los días, para pasar a mi casa por la C/ Mayor. En las calles a una señal de alarma, aparecen como setas después de una tormenta decenas de policías secretas, vestidos con vaqueros y camisetas y con un pinganillo en la oreja, que obviamente no es un MP3. Debajo de mi ventana, desde hace aproximadamente un mes hay aparcada una vieja camioneta. Es curioso, porque donde cualquier coche o furgoneta son sospechosos y revisados en sus aparcamientos, esta furgoneta, que ya parece en si sospechosa por lo sucia y abandonada, campa a sus anchas en su aparcamiento fijo. Si estás atento, ves entrar y salir a jóvenes normales, y si estás más atento, reconoces en ellos a esos policías secretos discretos que pasean sin rumbo. En todos los comercios, en sus puertas, policías privados -privados muchas veces de sentido común- que actúan por encima de la ley persiguiendo por las calles a los pequeños chorizos. Carreras que producen caídas de gente mayor y alarma. Por mi calle, peatonal, patrullan regularmente los coches de la policía municipal y nacional. De Sol a Ópera, despacio, mirando y no encontrando nada, como pasa siempre. Cuando hacen falta, no aparecen. Ultimamente han aparecido nuevos guardias de movilidad en bicicleta. Hay muchos. Parece que ya ni siquiera exigen determinada altura. Y te tratan con la condescendencia de quién se sabe con el poder sin argumentos ni formación, ni entrenamiento suficiente para organizar lo que se supone que organizan, el tráfico. En realidad son recaudadores de dinero, cazadores de multas con una ipod en lugar de escopetas. Y al final, cuando has sorteado toda la vigilancia, los controladores de la hora te ponen la guinda. Con sus bonitas camisas azul y verde esperanza patrullan sin descanso poniendo multas a diestro y siniestro. Aunque hay zonas de seguridad: por ejemplo, que alguien me indique si le han puesto alguna multa en la puerta de una pastelería Mallorca, mientras dejaba el coche en segunda fila. O en la entrada de un buen restaurante. Para todo hay clases y niveles. Y donaciones bienintencionadas de los comerciantes importantes.
Pero a pesar de todo cuando hablas con la gente, no se dan cuenta. O te argumentan que es por tu seguridad. ¿Sabéis de algún robo que hayan evitado estas medidas? ¿O de algún caco que haya sido detenido tras salir en estas grabaciones? Los policías secretas, discretos, se cruzan en sol con los ladrones, también discretos, pero fichados y bien conocidos por la policía, y realizan su trabajo con aparente relajación y bula.
Lo que me da verdadero miedo es que nos vamos acostumbrando. Un ciudadano honrado no tiene nada que temer. Pero no es verdad. ¿Y si ten confunden con un ciudadano que no lo es? ¿Y si cometes algún error contra las normas? La vara de medir no es la misma para los habituales que para los esporádicos.
El Gran Hermano está presente en el año 2007, en España, en Madrid. Trabaja desde la sombra para convencernos de que esta forma de vivir es la buena. Que la libertad solo aporta desorden y caos.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

El inesperado día del fin del mundo

Si hoy fuera el día del fin del mundo me entrarían las prisas. Tanto por hacer y tan poco tiempo. Me ha pillado el toro, como siempre. Tengo que arreglar la casa, recoger la ropa del tinte, embalar mis miniaturas y el cristal, cerrar las persianas... Mirar si lo cubren los seguros de hogar y accidentes que tengo contratados. Y decirle a mi gente lo mucho que la quiero. Lo mejor sería hacer una reunión para estar todos juntos cuando llegue. Pero ya sabes, todo el mundo tendrá ya otro compromiso. Este fin del mundo va a acabar como el rosario de la aurora. Lo veía venir. Esto no se puede consentir. Tendrían que habernos avisado con tiempo. ¡Que lo suspendan! Que lo pongan otro día. Sino, me quedaré con la sensación de que esto no está bien organizado. ¿De quien es la culpa? Seguro que de Zapatero dirán unos, pero yo creo que será cosa de Bush. Parece gafe. Bueno, sigo, tengo que mandar unos correos a mis jefes, de despedida (como no se acabe el mundo...) y quemar algunas cartas de amor. Ah, y facturas que a nadie le interesan. A este paso, tendré que citarme con un psicólogo por la tarde, porque estoy con una angustia..., hecha un manojo de nervios. Pero no, lo mejor será presentar una reclamación. Voy a llamar ahora mismo al ayuntamiento:
- Srta. donde puedo reclamar por este desatino.
- Un momento, no se retire - me ponen música-
- Siga a la espera -sigue la música-
- Sra. por favor llame Vd. a protección civil, a ver si la pueden informar. Aquí no sabemos nada.
- Pues páseme con el despacho del Alcalde
- Un momento, no se retire - me ponen música-
- Siga a la espera -sigue la música-
- Sra. la secretaria del Alcalde está ausente, no le puedo pasar. ¿Desea alguna otra cosa?
Cuelgo y llamo al 112. Supongo que el servicio de emergencias estará al tanto.
- Ha llamado Vd. al 112. En estos momentos todos nuestros operadores están ocupados, manténgase a la espera -me ponen música-
Después de 30 minutos cuelgo. No puedo permitirme perder el tiempo de esta manera. Está visto que si no me las arreglo sola no hago nada. Llamo a mi marido:
- ¿Enrique, has visto las noticias?
- Cariño, luego te llamo que estoy reunido.
- Pero Enrique...
- Luego te llamo, ahora no puedo. ¿Es que no puedes esperar?
- No, no puedo.
- Claro, tu siempre igual, siempre la primera. Pues ahora no puedo. Adiós.
Otro. Y yo con el fin del mundo a la vuelta de la esquina y con estos pelos. Y sin poderme despedir de Alejandro. Esto solo pasa en España. ¡Que país!.

Veleta

Sigo la cadencia del viento, como una veleta. Soy al fin y al cabo un ser sin ancla. Vivo al borde de un abismo negro, el de la muerte, que me llama con su voz desinflada, que me ofrece paz. Siento vértigo, porque la altura es grande y el salto infinito. Sin vuelta atrás. Sin equipaje para llevar al menos todo el amor que dejo. No son muchos los que me aman, pero los que me aman lo hacen desde un corazón grande, herido, pero capaz de amar sin condiciones. La balanza se inclina peligrosamente. ¿Que me retiene en este mundo loco?, que poco deseo seguir viviendo. Me cuesta tanto avanzar. Arrastro mis pies y siempre acabo donde no quiero ir. Donde las sonrisas falsas adornan el ambiente enrarecido. Donde los amigos tienen la fecha caducada. Sin embargo, ese amor que me retiene tiene el color azul de un cielo claro, el amarillo intenso del sol en los tejados blancos del sur. Tal vez si aguanto un poco el viento cambie y la veleta gire. Tal vez señale un horizonte abierto, una pacífica isla donde descansar mi cuerpo y mi alma, donde encontrar el equilibrio y perder el miedo a seguir viviendo.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Mi hermano

Quiero a mi hermano. Le quiero con todas mis fuerzas. Creo que sería capaz de hacer cualquier cosa por el. Y le quiero más porque conozco sus fuerzas y sus debilidades. Lo que le hace mejor y lo que le hace fallar a veces. Y conozco su lucha desde siempre, desde que era un niño: lucha por la superación, por la perfección.
Es un hombre inteligente y cultivado. Me sorprende con sus conocimientos, con una curiosidad natural que le ha llevado a ser un verdadero erudito en diversos temas, aunque el nunca lo reconocería. Yo no necesito enciclopedias. El es mi referente.
Pero es humano, y en la parte humana es donde tiene más problemas. Porque es un buen hombre, pero esa perfección que se exige a si mismo la quiere para todos. Y no puede ser. El sacrificio de marcarte una línea y seguirla pase lo que pase solo está al alcance de unos cuantos. No de la mayoría de nosotros. Y a veces el exceso de exigencia no te permite disfrutar de las cosas sencillas de la vida y de los que te rodean.
Pero no importa, en sus errores, mi hermano también es amado. Merece serlo, porque es un excelente hombre.
(La foto -gracias- es de Ángel Fernández)

¿Quién posee la verdad?

Ayer estuve en una comida muy agradable. E interesante también. Uno de los invitados era veterinario. Y surgió la eterna cuestión de la educación de los perros y de como los amos de animales de compañía solemos atribuirles cualidades humanas. El comportamiento de estos animales es sorprendente para un lego, quizá no para un veterinario. Pero los médicos - y los veterinarios los son - deben "comprender" que los humanos si tenemos cualidades humanas, y que somos débiles, que caemos en las tentaciones y hacemos a nuestras mascotas a nuestra imagen y semejanza. Y como seres imperfectos somos capaces de amar humanamente a nuestros animales e incluso a "cosas". ¿Debe abrirse un debate ético o académico cada vez que un experto en la materia se encuentre con un dueño de perro? Démosle nuestra parte de respeto a los perros y gatos. Aunque ellos no sean humanos, nosotros si, y les debemos la consideración que nuestra especie debería darles a todos sus vecinos en la naturaleza. Si mi perra sabe que cuando suena el despertador me tengo que levantar a sacarla, o que antes de salir de casa hay que quitarse las legañas en el baño, no me importa demasiado como definirlo. Mi perra es muy inteligente.
Y cuando mi perra sufre y me mira con esos ojos donde asoma el corazón y el alma, ¿que debo hacer?: ¿catalogarlo como una casualidad? o como una emoción que nos atañe a las dos. Mi emoción basta para las dos.
Quizá deberíamos ser todos más comprensivos. Más aún cuando se podría demostrar, estoy segura, que los dueños de perros caseros, de perros consentidos, son personas que nos serían capaces de hacer daño a otros seres. Si puedes maltratar a un perro, ¿que nos serás capaz de hacer con un ser humano?. En eso creo. En eso y en el amor mutuo que mi perra y yo nos profesamos.
(La foto -gracias- es de Ángel Fernández)

Dos días sin blog

Que mono. Dos días sin blog. Y todo por la intervención no solicitada de telefónica que me ha dado de baja con mi operador. Ha logrado lo que por otras vías es imposible, con la simple particularidad de que yo no lo he pedido. En fin. Ahora me encuentro sin conexión ADSL y me tengo que dar de alta de nuevo. Con mi antiguo operador Orange, que ha cambiado las condiciones de mi contratación cuando ha querido (aunque cada vez va más rápido y no me da apenas problemas). O con telefónica que me hace una oferta especial por el error cometido. ¡Que buenos son!.
En fin que esto de los operadores telefónicos es como la Iglesia Católica, una vez que te apuntas no puedes dejarlo. Hay muchas personas intentando apostatar y parece imposible hacerlo. Cada baja supondría una pérdida económica para la Iglesia. Además de una pérdida de su poder social. Reconocer que hoy en día hay gente que se quiere dar de baja del catolicismo es contemplar la posibilidad de producir altas en este mercado persa de las religiones que hoy en día se anuncian en nuestras calles y pueblan nuestros barrios.
Las iglesias siempre a la búsqueda de las almas perdidas, en el sentido más literal. Almas que no encuentran a que asirse en este mundo sin valores éticos, sin espiritualidad. Donde se alimenta el cuerpo y se desarrollan los músculos visibles, pero donde no se cuida la esencia que nos compone, la que nos permite vivir en este mundo sin ser asolados por la angustia, sin caer en las depresiones. Estamos perdiendo nuestra capacidad de adaptación en un mundo en que todo se nos hace fácil menos mantener el bienestar mental.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Camisa de once varas

Que complicado es todo. Lo más sencillo se vuelve imposible por la simple intervención humana. Que manera de estropearlo todo. Con lo fácil que sería dejar a cada uno con sus temas y no meterse en medio. Y sobre todo, no meterse en medio de los asuntos ajenos. Otro gallo nos cantaría si cada cual fuera a lo suyo. Y a veces, ni siquiera hay mala fe. Es simplemente ganas de complicarse la vida, de meterse en camisa de once varas.
Y lo peor de todo es que en la vida no existe el CTRL Z de windows (deshacer). Aquí si metes la pata es muy dificil deshacer el entuerto. Dar marcha atrás es complicado, primero por el maldito orgullo y segundo porque creemos, ingenuos, que tirando hacia delante podremos corregir la situación. Pero como bien sabemos, las cosas cada vez se complican más. Esto se puede aplicar a mil situaciones cotidianas. La próxima vez pensad si de verdad merece la pena vuestra intervención, o las cosas irán mejor sin ella.

Viernes

Hoy es viernes. Un día más en mi tranquila vida. Y un día menos. Al fin y al cabo, me paso toda la semana esperando este día. Sabiendo, por la propia experiencia que el fin de semana dura un soplo. Pero algo es algo. Alguien dijo que el trabajo es salud. Y seguramente es verdad, salud mental, porque te permite vivir y en muchos casos, no te permite pensar. Pero a veces me gustaría haber explorado otros caminos. Habérmela jugado en alguna esquina y haber probado cosas diferentes. ¿Debo estar orgullosa de ser una ciudadana sin tacha (?), cumplidora incluso con hacienda? O debo sentirme triste por haber llegado a los 50 años sin que pueda contar historias a mis nietos: primero porque no los tengo (ni hijos) y segundo porque mis historias deberían ser inventadas. Nunca he vivido aventuras dignas de narrarse. Solo pequeñas anécdotas que ya ni recuerdo. Me siento joven aún, pero de alguna manera noto que se me acaba el tiempo de las pruebas y los riesgos. Y soy cobarde, muy cobarde para salir a ese campo de fieras que es el mundo, en el que los predadores son los seres humanos.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Demasiado tarde

Te hablo, pero no me oyes. Te explico, pero no lo entiendes. Te miro con el corazón en los ojos, pero no eres capaz de verlo. Me siento tan sola.
Acudo cada tarde a casa, después del trabajo, buscando la paz de un refugio seguro, mio. Me desnudo, me quito las joyas, los zapatos. Me ducho para quitarme el olor de un día entero de calle y de oficina. Y cuando acabo, llega mi enemigo, el hombre que me odia. Es el hombre con el que vivo, con el que estoy casada, el hombre que un día me amó, estoy casi segura, aunque nunca como le amé yo. A veces le miro mientras duerme y me parece que aún le quiero. Pero cuando está despierto, cuando le veo invadiendo mi espacio, ocupando mis lugares de la casa, abriendo las puertas que yo cierro y cerrando las que voy dejando abiertas... entonces me pregunto que ha quedado del tiempo que pasamos tan felices. Como sin darnos cuenta hemos terminado y convertido nuestra casa en... un campo de batalla. Bendigo los días en que viene mohino y no me habla. Maldigo los que viene un poco bebido. Entonces siento verdadero miedo de este hombre que no conozco. Le miro y leo en sus ojos el asco que le provoco. Saldría corriendo de mi casa, pero es mi casa y no voy a marcharme. Aguantaré. Pero por las noches, mientras me duermo, tirito de miedo, acostada a su lado, temiendo lo que pueda hacerme. Temiendo que para mi ya sea demasiado tarde.
(La foto -gracias- es de Juan José Laborda)

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Caminar juntas

A veces se discute y cuando se reflexiona no se encuentran las causas concretas. Pero está claro que ambas partes se sienten ofendidas. Y según pasan los días la bola va creciendo y las razones se afirman en la piel. Y deja de tener importancia el origen de las cosas, o lo verdaderamente importante. El orgullo sostiene las velas de las dos y el viento que las agita hace cada vez más grande la distancia.
Yo dije, tu dijiste... tal vez fuera un mal día para ambas. Tal vez había cosas sin decir, cosas sin verdadera importancia. Le damos mucha importancia a las palabras y las palabras a veces se escapan de la boca sin sentido, sin sentirse.
Tu lo sabes y yo lo se.
Pero pienso en las cosas importantes: en el cariño, en la confianza, en lo que se ha compartido, en las risas y los llantos.
Es una bolsa grande. Pero no pesa.
¿Podemos entonces olvidar las piedras del camino y seguir por el sendero verde, ancho, que nos permite caminar juntas?

Una nueva terapia

Me apetecía escribir una ranchera desgarrada de esas que canta mi Alejandro.
Que difícil es amar sin ser amado,
llorar sin consuelo por lo que se ha perdido
ese trozo de cielo, ese amor inmenso...
ese corazón desesperado.
Maldigo al destino.
Pero no te digo adiós, porque no puedo.
Y no te miraré mientras te vas.
Ni en la distancia de los días podré admitir
que no vas a volver
Ni mirando al horizonte lejano admitiré
que no vas a venir
y no me rendiré, no puedo hacerlo,
porque entonces tendría que morir.
Golpearé la almohada que acarició tu piel
y la abrazaré aunque no guarda tu calor.
Y en las madrugadas, sin dormir, me oirán gritar
el dolor de saber que fuiste mía
y te dejé marchar.
Maldigo al destino que nos separó.
Los ingredientes son: pasión desatada, amor desesperado e intensas despedidas. Pruebenló como terapia antiestres, a mi me funciona.

Dejar fuera el dolor

He estado escribiendo algunas cosas en mi blog de poemas y me gustan. Al menos me parecen dignas, pero a la vez veo que son tan tristes... Es lo más bello lo más triste, aunque a veces no lata en la superficie de nuestro cuerpo, de nuestra cara. Pero probablemente en el fondo de nosotros todo sea tristeza, porque incluso cuando estás en lo alto de la ola, sabes que esta pronto romperá. Así las ilusiones, los sueños, el amor, la felicidad... todo es efímero. La vida es azar y es bien sabido que en el juego nadie gana.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Un ser diferente

Crecí como una serpiente enroscada a un árbol, un pequeño tronco de árbol frutal, transparente, por donde fluían líquidos rojos y amarillos. Mi boca sin labios, boqueaba como la de los peces fuera del agua y mis ojos giraban en sus órbitas observando: paredes blancas, mesas blancas, sábanas blancas, batas blancas.


No tenía conciencia del tiempo, pero eso que no conocía transcurría lentamente. Los hombres y mujeres de las batas blancas venían a verme, me vigilaban, tocaban mi cuerpo de serpiente enroscada a un árbol y lo pinchaban, lo medían y lo pesaban. Yo estaba allí, aunque no me veían, estaba allí. Miraba intensamente el ángulo de la habitación que podía ver y trataba de concentrarme en las paredes blancas y atravesarlas, o ver el reflejo de lo que yo era. Pero tenía miedo, el miedo creció conmigo y me abrasaba más que mi piel cuarteada. Algunas veces oía en susurros la palabra monstruo y aunque no sabía exactamente lo que significaba, me aterraba. Podía sentir su repulsión y su curiosidad y ambas alimentaban mi miedo. En ocasiones oía decir: dejadle morir, por Dios, cortad esos cables.


Es curioso porque ellos no me atribuían capacidades humanas, no sabían que yo podía sentir e intuir lo que significaban sus palabras y aún así cuando se referían a mi, hablaban en susurros. Yo les seguía con los ojos, pero ellos creían que no veía y boqueaba, pero ellos no sabían que quería hablar.


Si supiera odiar, odiaría a mi madre tronco de árbol transparente sobre la que me enrosco y si supiera lo que es morir, no sería capaz de pensar en nada más.

María

María estaba tendida sobre el suelo. Una mujer sin tiempo, con los brazos extendidos y las palmas abiertas, rendidas. Los ojos de par en par y por la comisura del labio una fina estela roja bajaba por su mejilla y se perdía en su pelo.

En ese barrio pobre había vivido toda su vida. Primero con su padre, un hombre que vivía para beber. Y cuando no tenía dinero la vendía a otros borrachos en algún rincón de las casas abandonas del barrio. Ella nunca se arrastró, pero entre todos la hundieron en miseria.

Pasó de hombre a hombre como de oca a oca. Pero todos eran el mismo. La misma cara y las mismas manos sucias, caricias rudas y bofetadas. Los mismos dientes de hiena mordiéndole el alma. No aprendió a leer ni a escribir. Siempre fue una esclava, aunque nunca tuvo un empleo y siempre fue usada. Nunca llegó a saber que era humana.

Hermana de género, huérfana de flores y de halagos, hundida en la miseria y en los cantos rodados de un camino que siempre la arañaba. Agua siempre sucia. Mirada siempre baja. María, ¿quién te dejó aquí abandonada?, ¿porque no vino nadie a salvarte?. María, ¿porque no fuiste nunca la reina de tu casa?, la muñeca de tus padres, una niña amada.

Cuantas Marías más. Cuantas cada día mueren sobre el suelo tendidas, asesinadas algunas y muchas, simplemente, rendidas.

Derecha al psicólogo

Ultimamente me descubro teniendo fantasías sexuales con hombres mayores. Y claro, de pronto me digo, ¿mayores que quién? bonita, porque tu ya tienes 50 años. Lo que ocurre es que no me acuerdo, afortunadamente. Me siento joven y me gustan los hombres de todas las edades. Otra cosa es el morbo sexual. Tendré que ir a algún especialista: psicólogo, sexólogo, echador de cartas... no se, alguien que me diga porque me inclino hacia los hombres descuidados, desaliñados, sudorosos y peludos.
Me pregunto porque me pregunto si este gusto mio no es normal. Quizá sea por los estereotipos: los hombres deben ser jóvenes, delgados y lampiños y oler espléndidamente bien. Bueno si un hombre así me pretende, le compraré dodotis y nenuco.

Una de locura

La que tengo por un cantante mexicano, Alejandro Fernández. No le conocía hasta que un compañero me dió dos cd piratas, A Corazón Abierto y Mexico Madrid en Directo y sin Escalas. No se que le encontré. Canta muy bien, pero fue algo más, como si le estuviera esperando. De todas formas me pasó como con el pulpo, tuve que probarlo muchas veces para que me gustara, quizá porque su aspecto me era "dificil".

En el caso de Alejandro me pasó algo así. Las fotos que encontré en un principio eran de sus comienzos, un niño tímido que mostraba el pecho desnudo, y con un pañuelo al cuello. Es como calcetines negros y calzoncillos. Hay cosas que un hombre no se puede permitir.

Pero me ocurrió como en varias de sus canciones, mi hombre ideal, poco a poco, fue vistiendo su cuerpo y su alma. Es lo bueno de no conocerle, le puedo adjudicar cuantas virtudes se me antojen. Incluso cuando me enteré de que tenía 5 hijos supe asimilarlo con resignación. No por los niños, sino porque la forma de ser que le supongo choca con todo lo que yo admiro del hombre: superficial, machista, infiel... Pero cuando le veo en los vídeos de Youtube sobre un escenario, es el hombre que necesito: juerguista pero honesto, bello pero no perfecto, joven pero entrando en la madurez, protector pero vulnerable.

Supongo que todo son desatinos mios. Y libertades que me tomo con un hombre que no conozco. Pero que cuando canta sus rancheras o baladas románticas me estremece el estómago (el alma sería demasiado). A veces me descubro abrazándome mientras le oigo en mi MP4, el y yo solos.

Lo malo de descubrir a Alejandro a estas alturas, es que me gusta más el antes que el ahora. Su pelo largo hacía atras y su voz potente, poderosa. Ahora canta baladas más blandas, bonitas, con su maravillosa voz, pero ha cambiado su aspecto, parece más joven y su estilo también está destinado a otro público. No se hasta que punto le compensa, el dice que es para ampliar mercados, pero no creo que venda igual número de discos de los de ahora, que de los de antes. Pero en fin, el pelo le crecerá, le volverán las canas y volverá a su música de siempre, solo me queda esperar, y creo que no será mucho.
A pesar de los peros, me apetece quedarme en el mundo para oirle.

Un día como los demás

Como todos los días, con la desesperación por delante, pero sin ningún otro plan. Me he levantado con el piloto automático y como todos los días he acabado en el trabajo sobre las 7,30 h.
Como todos los días estoy pasando las horas esperando que me llegue la libertad. Será a las 14,30 h. Pero a eso de las 15 h. ficharé en casa.
En fin, y aún tengo suerte. Tengo un buen trabajo y una vida aceptable. Hoy de todas formas no es un buen día, ya hace días que estoy un poco mosqueada con el mundo, en este caso el policial y el de los seguros.

Una de miedo


Hace unos días me robaron en el parking de un centro comercial en la provincia de Madrid. Estaba en el coche y un hombre joven apareció con una navajita y me robo todo lo que llevaba en el asiento de atrás. He tenido que denunciar el hecho. Y he tenido que cambiar las cerraduras de mi casa, 487 €. Y lo peor de todo, me han robado una gafas graduadas, sin las que no veo ni papa, recogidas el lunes pasado en el Corte Inglés. Las pagaré el mes que viene, pero no existen, se han volatilizado.
Los seguros no se hacen cargo, no estoy cubierta sino de mierda. El del coche, porque el coche no tiene daños, el de hogar porque estaba dentro del coche, el del centro comercial porque el parking es gratis. Y encima, la policía judicial me llama con engaños y en una comisaría soy intimidada por 4 polis judiciales salidos de las mejores series españolas. Quieren que cambie mi declaración o me detendrán para llevarme ante el juez, ya que tienen constancia de que mi denuncia es falsa. De lo que no tienen constancia es de donde están mis cosas y el ladrón que me las quitó.
Siento una indefensión terrible en ese cuarto despojado de signos humanos. Sillas viejas, mesas viejas, paredes desnudas y policías tumbados sobre las sillas o girando a mi alrededor.
Parece ser que son presionados por sus superiores para que las denuncias sean retiradas y la estadística sobre delitos no sea demasiado llamativa. Vamos, como lo de las listas de espera de los hospitales.
Y hoy, aquí, echando cuentas sobre lo que tengo y lo que no tengo.
Cuando veo a un policía persiguiendo con saña a un top manta, en las motos, por las aceras. Cuando veo el miedo reflejado en esas caras oscuras, en esos ojos profundos, en esas manos que agarran la manta como si fuera lo único que tuvieran; me bajaría del mundo, porque este no puede ser el mio.

Una de amor

Mi relación con los animales callejeros. Desde la distancia y la cobardía observo a los perros y gatos sin dueño. Afortunadamente no hay muchos, pero quizás solamente porque se ha mejorado la recogida de animales abandonados en las vías públicas, y no porque no existan. Hasta este mismo mes he sido socia de "El Refugio", un lugar donde recogen perros y gatos abandonados y tratan de darles una vida digna y encontrarles otro hogar. Pero me he borrado porque dos veces he llamado solicitando ayuda al encontrar un perro solitario en las calles y en ambas ocasiones su respuesta ha sido que el centro está lleno y que no pueden atenderme. Es cierto que su director siempre está en los medios defendiendo la causa, pero últimamente me he vuelto muy escéptica con las organizaciones de ayuda (son más que ONG). Me he borrado también de "Ayuda en Acción" porque no encuentro claridad en sus exposiciones, aunque no dudo de ellos. También he cortado, después de 25 años de amor y odio con Cruz Roja. Solo le soy fiel a Acnur, de momento.
Y es que viendo el trato que reciben los animales, cada vez siento más que el hombre, como especie, solamente tiene un patina de solidaridad, de cultura, de sociabilidad entre grupos. Si rascamos un poco en todos aparecerá el hombre atávico, que es capaz no solo de matar, sino de destruir y torturar a todo lo que es más débil. No voy a poner ejemplos. Los sabemos. Y los animales son tan parte de este mundo al que el hombre somete, son tan fáciles de dañar... como parte de la naturaleza.
Cuando oigo llamar a alguien "torero" como elogio, como símbolo español, me bajaría del mundo, porque este no puede ser el mio.