viernes, 25 de marzo de 2011

Comienza la historia de Bernardino Tejerón

Comenzamos una pequeña historia. Ayudadme a completarla. Escribirme ideas.

Bernardino Tejerón tenía las orejas enormes. No grandes, sino enormes.
Nació en Motril, en 1978 y en el momento de su nacimiento el médico lo examino atentamente pensando que podría haber desarrollado algún cuerpo extraño en su cabeza. Pero no, eran las orejas, grandes como antenas parabólicas en esa pequeña cabeza calva. En realidad el doctor nunca se explicó como pudo salir del cuerpo de su madre casi con facilidad.
Sus orejas siempre fueron motivo de exageración. Hasta algunos decían confundiendo los términos que tenía 4. Tenía solamente 2, pero eran como 6. Es decir, el número de órganos era el estándar, pero su tamaño resultaba apoteósico.
Tal parecía que llevara sobre la piel esos rodillos que llevan las falleras valencianas sobre las orejas, o quizá directamente dos paelleras.
Todo esto podría parecer una simple anécdota. Pero no lo era. Sus orejas marcaron toda la vida de Bernardino, hasta ser la causa de su caída y perdición.
Nadie con un rasgo físico semejante puede pasar por la vida sin ser víctima del escarnio y de la crueldad del resto de la humanidad.
Ni siquiera su familia se salvaba de las burlas. Porque verdaderamente las orejas de Bernardino eran de otro mundo, pero no de éste.
Bernardino desbordaba del cochecito. Cuando le echaban la capota tenían que doblarle las orejas. Y cuando los vecinos se asomaban a decir aquello de "que niño tan rico" se quedaban pasmados. Ese niño llevaba una sarta de sachichas enrollada en la cabeza.
Al poco tiempo de nacer, sus padres decidieron dejarle crecer en casa y le sacaban lo menos posible. De modo que el niño se crió sin saber de su problema.

jueves, 24 de marzo de 2011

Demasiadas cosas que hacer y pocas ganas

Normalmente me rijo por mi lista de cosas que hacer. Me apunto las cosas más urgentes, lo que tengo que comprar, algunas ideas... En realidad es una forma de organizar mi mente, una mente que tiende a la dispersión.
Pero hoy no he mirado la lista, realmente no se ni donde está, supongo que por mi bolso. Hoy me he levantado dispuesta a pasar el día por debajo del nivel exigible de rendimiento. Tengo muchas cosas que hacer, pero mi problema es que si no son urgentes, si no me ahogan, me cuesta un mundo comenzarlas. Luego se me presentan todas juntas, pero he aprendido que al final se sale, aunque solo sea porque no puede ser de otra manera. El tiempo pasa de forma inexorable y llega un momento en que tus tareas se te presentan delante y si no las haces, te atraviesan y se quedan atrás. Así se pierden muchos trenes, doy fe.
Pero hoy me ha dado igual. Quizá porque los días nublados me hacen sentirme bien, o porque no tenía motivación para esforzarme. Eso si, he limpiado la cocina y he hecho una comida aceptable. El problema es que cuando he acabado de hacer la comida, la pila de los cacharros estaba de nuevo hasta arriba. Aunque tengo la casa limpia, la cocina es mi cruz. Normalmente freigo cuando ya no tengo cubiertos. Tengo 6 tenedores y 6 cucharas. Cuando me hacen falta los unos o las otras suelo fregar. Es como si mi buffer no estuviera lleno. Ya sabéis, como cuando le mandas (o le mandabas) a un impresora un trabajo demasiado pequeño. No arrancaba. Pues yo estoy igual. Espero que mañana sea diferente. Tengo que lavar mi ropa, la de mi perra, estudiar y estudiar... Tampoco tengo ganas de estudiar. El examen del master que estoy cursando es en junio. Será fuerte, pero todavía no siento su respiración en mi nuca. Bueno, tampoco tengo ganas de escribir, así que lo dejo.

viernes, 11 de marzo de 2011

Impetuosa

Dejo aquí un poquito de mi libro.
...
La siguiente vez que el Duque vio a Janne fue de nuevo en la cocina. El ambiente era en verdad festivo.
Las risas eran generales entre las numerosas personas presentes, todo el servicio y alguno de los mozos de cuadra. Al parecer Janne se había comprometido a realizar para todos unas maravillosas crepes francesas rellenas de confitura de frutas o chocolate. Esa tarde todos iban a merendar delicatessen, había anunciado. La voz al parecer se había corrido y allí estaban todos expectantes y con un plato en la mano.
Sobre un aparador habían puesto varias jarras y tazas de té listas para usarse.
Pero lo más curioso era que en el ambiente flotaban nubes blancas. Henrietta, sentada en la mesa de la cocina, tenía delante un enorme cuenco de harina. De vez en cuando metía las manos en él, para después elevarlas y aplaudir mientras se retorcía de risa.
Los ojos del Duque se humedecieron y se quedaron fijos en su pequeña. Nunca, en sus 5 años de vida, la había visto reír así. Despreocupada y feliz.
Observó que, frecuentemente, Janne se acercaba a ella y hacía el mismo movimiento. Luego pasaba varios dedos por las facciones de la niña, que se echaba para atrás, con toda la carita blanca. A su lado, en un canasto, Marie pateaba feliz, cubierta también de harina.
Era una fiesta blanca y sintió el anhelo de formar parte de ella. De sumarse a esa improvisada celebración con la única familia que tenía en verdad, su hija y su personal.
De pronto sintió como los ojos de Janne le llamaban. Le había visto. Primero exclamo un ¡Oh! que tapó con sus manos, poniendo sus mejillas blancas. Al ver la sonrisa del Duque, cogió un plato y acercándose a él con la mirada brillane, le dijo:
– Póngase a la cola Excelencia y enseguida recibirá unas maravillosas crepes francesas.
A los ojos del Duque, Janne bien podría estarle ofreciendo los placeres del cielo, de tan bien le sabía mirarla.
– Siéntese con Henrietta y cuídeme a Marie. Vamos. Se me queman las crepes.
El Duque, obediente, hizo lo que Janne le había indicado. Se sentó a la mesa mientras sus criados le miraban fascinados.
Henrietta se lanzó a sus brazos, que se abrieron para acogerla. Marie intentó gatear hasta él. Al ver lo inútil de sus aspavientos Simon acercó una de sus manos al canasto y lo atrajo hacia sí mientras la felicidad más pura se instalaba en el rosado y blanco rostro del bebé.
Al cabo de un momento los tres fueron agasajados con la exquisita crepe que la propia Janne puso frente a ellos, sobre la mesa. Su boca le susurró muy cerca:
– Le he puesto doble de chocolate Excelencia.
Un segundo más tarde las niñas y el Duque compartían la crepe con las manos y las caras llenas del dulce marrón. El Duque reía sintiéndose, en cierta forma, como el niño que nunca había podido ser.

Ánima

No era el único. Entre jirones, su mente recordaba siluetas iguales a la suya recortadas por la intensa luz blanca. Podría haber sido un sueño, excepto porque su cabeza registraba instrucciones y de su muñeca colgaba una máquina de fotos. Había recobrado la conciencia sabiendo. Era simple. Retratar a la gente mirando a la cámara. La primera fue su esposa. Clic. La pantalla reflejó por un instante su bello rostro, hasta que se convirtió en una especie de humo que quedó fijado en la foto. Ella calló. Fue entonces a por sus hijos. Retrató sin sentir nada las sonrisas desdentadas y las miradas confiadas. La pantalla reflejó el humo y cuando levantó la mirada hacia sus hijos vio en sus ojos el mismo vacío que velaba los suyos. A la hora marcada abrió la cámara y sacó de su ranura el depósito de almas. Lo metió en la nevera y se sentó a esperar. Sin alma, no hay prisa.
Texto enviado al primer certamen de microrrelato de ciencia ficción artgerust http://www.artgerust.com/certamenes.php

Una y dos

Me levanté como todos los días. Era el peor momento, aún tenía conciencia exacta de mi vida. Ajusté mi mente y me disocié. Me inundó el bienestar: el viento suave acariciándome el rostro, mi cuerpo ligero... Tenía que viajar a Nueva York. En primera clase: asientos amplios y un buen servicio. Pedí una copa mientras evaluaba a mis compañeros de viaje. Al girar la cabeza un tirón en las cervicales me devolvió a mi baño. Un rostro ajado grabado en el espejo. Una boca amarga. Una extraña. El avión volaba. Mi compañero de asiento llevaba un traje perfecto. Abogado, seguro. Nuestros ojos se encontraron un instante. El coche estaba aparcado en la calle de detrás de casa, en un sitio demasiado estrecho. La cabina del avión era un lugar más agradable. Incluso un posible romance... Me encontré en mi vehículo cuando el avión se abatía sobre la autopista por la que circulaba. Ayudadme. No se donde estoy.
Texto enviado al primer certamen de microrrelato de ciencia ficción artgerust http://www.artgerust.com/certamenes.php

Llorar y llorar

Hace uno días que no hago más que llorar. En todas partes. Y se que no puedo seguir así, pero me siento triste, demasiado triste. Y me siento sola.
Necesito reorientar mi vida interior y algunas cosas de mi vida laboral-social. Ahora mismo estoy algo desorientada. No es que tenga dudas existenciales, sino que simplemente estoy desubicada.
Tengo que pasar página y avanzar. Se como hacerlo, pero es tan cómodo dejarse mecer por el dolor mientras te sientes llena de ira por lo que la vida te ha hecho...
Me he prometido a mi misma que lo próximo que escriba no será introspectivo, sino algunos de esos comentarios que antes escribía, en mi otra vida, cuando el estrés del trabajo aceleraba mi mente.