lunes, 26 de noviembre de 2007

Me gustaría

No me aclaro. Quizá por eso me quiero bajar del mundo. Este no el mio. Estoy convencida de que hay algún error. A mi me gustaría vivir en un mundo sin luchas, pero no hablo de grandes luchas, ni de guerras, sino de las pequeñas luchas de cada día: con los compañeros, con la familia, con los otros conductores. Me gustaría no tenerme que pelear por el espacio en la calle, por la competencia en el trabajo, por los dimes y diretes de la familia. Que todo fuera sencillo, aburrido incluso. Me gustaría que las cosas fueran naturales, fluidas, que las relaciones estuvieran apoyadas en la buena voluntad y en la tolerancia. Daría lo mismo. En realidad así no llegamos a ningún sitio. ¿Habéis convencido a alguien de vuestro punto de vista en cualquier tema? Seguro que no, cada uno tenemos nuestra idea y no la vamos a cambiar, y si lo hiciéramos, nunca lo reconoceríamos. Las discusiones ni se ganan ni se pierden, solo se mantienen. Y a veces conducen a la distancia del orgullo y la soberbia. Si somos carne y hueso mortal, indefensa, perecederos. ¿Porque perdemos el tiempo de esta manera?

lunes, 19 de noviembre de 2007

Mios, solo mios

Hola amigas proletarias del mundo. Aquí estoy un lunes más con la lucha abierta en un montón de frentes. El espejo, por ejemplo. Mirarme por la mañana, con el pelo mojado y la cara lacia es un poema. Me pinto y mejoro algo. Luego me visto y cuando acecho en el espejo la última visión de mi, antes de salir a la calle, me doy cuenta de que mi cuerpo está vivo y es móvil. Hay algunas zonas de él que se salen del eje, por así decirlo. Bultos que se forman en mi cintura, espalda, muslos... Y que tienen vida propia. Están activos. Cuando me siento a la mesa cogen sus cucharas y tenedores y se quedan con la mejor parte. Enemigos mios de cada día, dejadme hoy comer en paz las galletas mojadas en mi cola cao. Olvidad que no sois carne de liposucción, porque no tengo ni dinero ni ganas de hacérmela. Al fin y a cabo sois mios y mi dinero me habéis costado. Sería una incongruencia pagar ahora para perderos. Pero ya que estáis seguros en mis brazos, podrías esconderos un poquito. Pero no como hacéis normalmente, que os metéis de un sitio y salís por otro. Si me aprieto la cintura, salís por el estómago. Si me ciño el talle, la carne se desborda por encima de la castigadora prenda. Si escondo mi estómago, mis pechos acarician mi garganta. Tocino del cocido, fabada hermosa, alejaros de mi cual tentaciones de la carne. Las judías verdes cuidan del cuerpo y del alma. La lechuga inspira al poeta cuando el hambre aprieta. Hoy a mediodia me enfrentaré a un nuevo episodio de lucha, la voluntad contra los espaguetis. Podéis adivinar quién ganará.

sábado, 17 de noviembre de 2007

No se puede mandar en los sueños

Mi querida Ana, me haces volver sobre Alejandro. Me has dicho que leyendo mi blog se ve que me gusta. Tienes toda la razón, me gusta. Pero además he construido con el unos buenos momentos. No se si serás capaz de entenderlo o si seré capaz de explicarlo. La vida es rutinaria, difícil, y yo siempre he tenido la suerte de poderme evadir, casi a voluntad. Lo hacía en el colegio -así me iba, en vez de escuchar a los profesores montaba en bici con Eddi Merck, o era la novia de un jugador del Madrid-, en los medios de transporte -incluso en mi coche, no hace mucho me tragué una barrera en el parking del Hipercor del Campo de las Naciones-, e incluso en el trabajo. Siempre he construido vidas paralelas a la mía. Hacía tiempo que había olvidado volar de esa manera. La madurez, la falta de tiempo... Pero un día no se lo que pasó. Un compañero me dio dos discos piratas de Alejandro. Ya lo he contado. Y comencé a oírlos en el coche. Y poco a poco me fui interesando por esa voz maravillosa. Ni siquiera sabía ni quién era, ni como era. Un día me metí en internet y encontré todo tipo de información sobre él. Sus fotos no me gustaron al principio -me pasó como con el pulpo-. Tampoco me gustó su estilo personal, ni su vida. Está en las antípodas, también lo he dicho ya, de lo que me gusta de un hombre. Pero le di el beneficio de la duda. No tengo porque creer todo lo que se cuenta de él. Y realmente solo me importa como canta, y que cuando le oigo con el MP3, en mi oído, directamente en mi cabeza, a veces me hace estremecer. Me llega su voz. Y si, me hace soñar con cosas que nunca tendré. Espero que me entiendas. Quizá todas las mujeres me entiendan. Soy una mujer moderna, independiente, y estoy contenta de mi soltería. Vivo estupendamente y solo me aguanto a mi misma. Quiero decir que no me cambiaría por una mujer que dependa de un marido y de unos hijos, esclava de su casa, de una relación que pasa del amor al odio con la sazón del tiempo y la rutina. Pero supongo que mi atavismo me traiciona y a veces no puedo evitar pensar en otra vida. Tener un compañero. Apoyo. No imagino grandes cosas, solamente un vida distinta: un hombre que me quiera de verdad, una vida más llena, un pasado dulce y un futuro con promesas de hacerme vieja con el, compartir los problemas y las alegrías, sentirme abrazada cuando la vida me duela. Estar tan unida a un hombre que yo sea el centro de su vida y el del mio. Y si además, es guapo y tiene dinero, hija mía, no hay color. Por eso he elegido a Alejandro: porque habla suavemente, porque canta bien, porque es tímido en su vida real -¿le has visto hablando ante un micrófono?. Se queda sin palabras-, porque tiene una vida intensa, porque es cariñoso con todo el mundo, agradecido, y porque parece capaz de amar completamente. También bebe, es mujeriego, un poco presumido, caprichoso... Pero todos tenemos defectos. Y una cosa. ¿Sabes que le ha regalado a su novia, trece años más joven que él? Ni joyas, ni casas, ni coches. Le ha regalado unos pechos nuevos. En realidad no se si el regalo ha sido para ella o para el. Pero ves, a esto me refiero. No me gusta la cirugía estética, pero para gustar a un hombre como el, cualquiera se metería en un quirófano. En fin Ana, que todo es una tontería, un sueño de jovencita, de la jovencita que hay dentro de mi, y que siempre estará ahí. Creo que tengo esa suerte. Fíjate si será de jovencita que ni siquiera incluye sexo. No me hace falta, lo que quiero es amor, compañerismo, un sueño imposible en la vida real. No es que no me parezca un bombón -sus fans le han puesto nombre a esa parte de él que no hemos visto nunca, la ¡¡anaconda-!!, es que ¿para que incluir en este sueño inocente aspectos que podrían ser verdaderamente frustrantes?. Y además, tiene una boca, una sonrisa... Bueno, paro ya, que me extiendo y me emociono. Dentro de un tiempo, probablemente, acabaré harta, pues no oigo más que canciones suyas. No quiero oír a nadie mas. Solamente escucho alguna canción de Andrés Calamaro, que me parece la antítesis de Alejandro: cantautor, comprometido, humilde, interesante... bebedor, mujeriego y un poco canalla. Pero no me hace soñar. No se puede mandar en los sueños.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Vuelvo a ti

Vuelvo a ti, Alejandro, como si fuera una de tus canciones. Vuelvo porque estoy enganchada y necesito amor. Tu pones el rostro, la figura, y yo pongo los sueños, las ilusiones baldías. Pero que más da. Tu en tu sitio y yo en el mio. Hago y deshago. Te acompaño en tus viajes y juego con tus hijos. Y siento que me miras como no has mirado nunca a nadie. Siento que soy todo lo que quieres ver, y que yo, magnánima, te dejo abrirte al resto del mundo, aunque tengo el poder de atarte solamente a mi. Alejandro, me miras con tus ojos y me cantas canciones. Y yo soy perfecta, guapa, pero más que guapa, hermosa, rubia, pero más que rubia, dorada, alta, pero más que alta, de tu medida. Y soy el sol que ilumina tus días. La única mujer a la que miras. La que por fin te ha cambiado. Ahora eres un hombre enamorado y fiel. Casero y serio, aunque tu risa ilumina mis días. A veces pienso que cada uno de nosotros debería poder escribir su historia, elegir su vida y su destino. Si pudiera elegir, ahora, te elegiría a ti. Yo sería yo misma, pero perfecta y mi familia sería la misma, pero ricos y guapos, inteligentes y cariñosos, carismáticos, capaces también de deslumbrarte y enamorarte. Y tu familia sería la tuya, pero me amaría y me vería como otra hija, como otra hermana. Y las familias de ambos se harían una sola familia. Y tus hijos vivirían con nosotros. Y tendríamos más. Todo de cuento de hadas, como tu mismo, mi príncipe azul.

La vida en un papel

Al fin he vuelto. He tenido una semana ajetreada, sin tiempo. Me parece todo tan planificado. La verdad es que tampoco tenía mucho que decir. Mi vida gira en torno a varias cosas, ni .demasiado interesantes ni demasiado entretenidas. Es solo mi vida. Un trocito muy pequeño de este mundo tan grande, donde tanta gente malvive. El aburrimiento significa en mi caso calidad de vida: calor, comida, ocio, vicios legales... Nada demasiado literario. Pero dentro de mi se mueven cosas, pensamientos, ideas que me hacer asomarme a esta ventana y escribir sin ánimo de difusión. Es mi terapia, la forma en la que dejo salir pensamientos y sentimientos que a veces son personales y a veces no. Esta forma de expresarse es ambigua y no necesariamente autobiográfica. Puedo decir lo que quiera y montarme en la nube en la que me apetezca. No hay límites, ni horizonte que frene la imaginación, los sueños. Pero a veces es todo tan prosaico que no se tiene ganas ni de volar. La vida te pesa en los pies y te ata al suelo con cadenas invisibles. La rutina, el trabajo, la misma vida repetida día tras día, acaba en cierta forma, minando tu capacidad de ilusionarte. Y eso es para mi el fin, el terrible fin de un ser humano que ha vivido en las historias de los otros, que ha volado en las alfombras mágicas de oriente hasta mundos felices, que ha amado a hombres dignos de ser amados hasta la muerte, que no la hubieran mirado siquiera si hubieran pasado a su lado. La vida vivida en un papel.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Amores imposibles

Los amores imposibles son los mejores. Sufres mientras amas, pero no sufres la pérdida. Tu recuerdo será probablemente grato. Como una asignatura nunca aprobada, porque nunca te matriculaste en ella. Sin embargo, el amor, el maravilloso y loco amor compartido se enfrenta con el tiempo, que como si fuera un extintor va apagando poco a poco el fuego. La rutina destruye la pasión, la confianza, la amistad. Y la relación va carcomiéndose concentricamente hasta que llega al núcleo. Y ahí está el dolor, pero también el odio e incluso la violencia. Se pierde la memoria de lo que fue, del tiempo en que todo se perdonaba, en que los defectos eran pequeñas y graciosas nubes negras bajo el cielo azul del paraíso. El amor posible se convierte en una situación imposible, insostenible. De nada valen los recuerdos, el amor pasado, los momentos de apoyo. Ahora todo es negativo. El amor se ha ido sencillamente, se ha evaporado sin que nadie se diera cuenta. Peor aún, sin que a nadie le importara. Prefiero los amores imposibles, no dejan cicatrices en el corazón ni en la piel.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Autoconcepto

El autoconcepto es más o menos la imagen que uno tiene de si mismo o de como los demás le ven. Pues bien, yo no tengo autoconcepto. Ni me veo, ni se, ni quiero que nadie vea o sepa. Soy un ente independiente. Toda la vida he tratado de aislarme: del dolor, del rechazo, de las ilusiones muertas, del amor traicionado. Me he convertido en lo que soy, pero no me analizo. Solo existo. Convivo socialmente lo menos que puedo. No me relaciono. Ni se, ni quiero. ¿Para que? Habrá gente que valga la pena, pero no se donde está. Tal vez yo tampoco valgo la pena. Ni lo se, ni me importa, porque no me juzgo. Existo, pero mis compañeros son los objetos inanimados, los perros, la imaginación, internet. Y mi mundo, mi madre y mi hermano y la nostalgia de mi padre que duele cada día. Y mi perro perdido, tan amado. Y mi perra, tan querida. Tiene 9 años. Todos somos viejos en mi pequeña familia. No hay esperanza. Solo nos queda perder. Disfrutaré mientras pueda.

Zoo de cristal

Cada mañana aparco el coche en el sótano 3 del edificio donde trabajo. Me monto en el ascensor y aparezco en una verdadera jungla de hormigón y vidrio, artificial y artificiosa, nuestro propio zoo de cristal. Aquí las vivencias no son tan intensas, ni tan trascendentes como en la obra de Tenesee Williams, aunque son igualmente universales. La lucha, las tensiones, rasgan la piel como espinas envenenadas.
Me refugio en mi árbol y veo pasar cantidad de monas y monos chitas. Hacen monerías, se exhiben, se dejan querer, dan saltitos y emiten extraños ruidos. No se en que se ocupan, pero hacen bastante ejercicio. Son el alma del zoo.
Por mi puerta, sobre las 9,30 h., cada día, asoma el viejo león rey de la manada. Está cansado y quizá harto de mantenerse erguido cuando no tiene ganas más que de tirarse en cualquier lado. El cachorro joven que siempre le acompaña será pronto su competidor. Ya da dentelladas sobre el cuello del viejo rey. Y se muestra altanero y suficiente. Se revuelca juguetón sobre la tierra mientras el harén de monas-chita del rey le ríe las gracias. Pero no llega a las lianas.
Las hienas también ríen, siempre ríen, mientras esperan hincar el diente en la carroña. Por encima de los armarios transitan las panteras, sigilosas, ambiciosas, hambrientas. Estiran su cuerpo poderoso y su pelaje brilla. Son temibles. Se cobijan bajo la sombra del viejo rey, a la espera de oportunidades. Ellos también aspiran a puestos más altos.
La comunidad está repleta. Fieras, alimañas y sabandijas se sientas tras las mesas o transitan por los pasillos. El personal es variado. También hay algún cordero viejo y alguna gacela manoseada. Es un triste ambiente. El zoo de cristal.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Cincuenta años

A veces el tiempo parece estorbar. Es demasiado. Momentos de espera que se hacen eternos. Y luego, todo pasa tan deprisa. El tiempo siempre nos envuelve, el tiempo y nuestra percepción de el. Cincuenta años. Me da la impresión de que ya no hay vuelta atrás. Todo será un rápido correr hacia adelante, hacia el fin. La vida está compuesta de ilusiones perdidas, de amores rotos, de amigos olvidados, y de la gente amada que se ha quedado en el camino. Todo tan triste. Y sin embargo, cada mañana amanece. y hay lugar para planes, para ilusiones y para olvidar la realidad más amarga. Cincuenta años. Parece mentira. Que de tiempo perdido. Que de cosas por hacer.

Relleno

¿De que están rellenas las cosas? Hace unos días vi una escultura, era como un semicirculo con rostros grabados en la superficie y me dio la impresión de que era pura superficialidad. ¿Que tenía dentro? Probablemente nada, vacío, o un pequeño armazón de escayola y madera. Si pero que había ahí dentro. En ese espacio que es y no es. Porque ocupa un lugar, pero no existe. Y comencé a preguntarme que tienen dentro las cosas. Por ejemplo, un pan de eso redondos, de pueblo, está relleno de masa de harina, levadura, agua y un poquito de sal. Si, pero que tiene dentro. En que consiste su existencia. ¿Tiene objeto más allá de ser un alimento?. También es una forma y ocupa su espacio y cuando lo comemos se transforma, pero no desaparece. ¿Y donde va su esencia entonces? Otro ejemplo, el David de Miguel Ángel, es macizo, puro mármol de carrara, pero ¿que tiene dentro? Tiene algo, estoy segura cuando lo observo. Si giras alrededor de él parece seguirte. Es mérito del autor. Pero la obra tiene vida, es. Y no es solo piedra. Mi mano, la derecha ¿que tiene dentro? Sí venas y músculos y huesos. Pero me entendéis, la mano tiene dentro vida, es capaz de hacerme daño y de ser mi herramienta más preciada. Cojo un libro y siento que es una entidad. Es papel y tinta, pero tiene algo. Tiene sabiduría, inteligencia, memoria, imaginación... y vive en si mismo. Es. Y algo etéreo, una melodía, una canción, cualquiera ¿Que contiene? Música, notas que se montan en el viento y se van. Pero está rellena de... no se de que, pero de algo. Todo está relleno.