miércoles, 15 de diciembre de 2010

Pero todo salió mal

Siempre recordaré con inmensa tristeza esos últimos días de noviembre... Desde la ventana de la habitación 210 veía la nieve descolgarse lentamente del cielo, imitando las largas horas de la espera. Sin embargo, la desesperanza viajaba rápido por los pasillos. Los médicos mudaban su rostro sonriente y todo el personal se hacía complice en los peores momentos, mientras yo me aferraba a la mano de mi madre.
No nos faltó a ninguno caricias y consuelo, pero la fragilidad de la propia vida nos venció.
Juan Carlos, el nefrólogo, acarició el penúltimo día la mejilla de mi mami y le dijo "adiós pequeña" y yo vi en él el dolor de todos los profesionales que nos rodeaban. Gracias por ello. A todos.
Lucía Fernández Ballesteros