domingo, 27 de julio de 2008

Minimalismo cruel

A veces me levanto al baño por las noches. Me siento en la taza, y justo enfrente, en la parte baja del radiador, hay una pequeña telaraña y una arañita. Nunca veo infortunados insectos que queden adheridos a la tela. No se de que vive la pobre araña. A veces la soplo y ella se refugia tras el radiador y otras veces simplemente la miro. Probablemente aún viva porque no me llega el pie cuando estoy en la taza sentada. Sino, probablemente, ya estaría muerta.
Es tan pequeña que no la hemos cazado con la escoba ni la fregona. Yo la dejo vivir.

He decidido que la mataré antes de volver a Madrid, a finales de agosto.

Radoban Karadzic

La detención de este magnicida pone de manifiesto dos problemas endémicos de los seres humanos.
1) Que todos somos iguales, o casi. Que puestos en una situación determinada seríamos capaces de hacer lo mismo que este hombre, o de, al menos, como tantos hicieron, cerrar los ojos al horror. Si los muertos no son nuestros podemos aguantarlo, podemos vivir como si las cosas no pasaran. Podemos llorar un poco, horrorizarnos y seguir con nuestra vida normal, tomar el aperitivo y ver el partido de la tarde. Aquí, los domingos, son domingos, no otro día más en la condena que es la vida para muchos de nuestros congéneres.
2) Que estamos dispuestos a ver las cosas según nos conviene, en cada caso, y que somos capaces de olvidar si lo que ganamos es suficiente. No nos preocupa demasiado nuestra conciencia, se la puede acallar con el poder o el dinero. Los intereses son los que conforman nuestro mundo ético.
Tal vez hoy no tenga un buen día. En realidad, se me ha desprendido una persiana y soy incapaz de arreglarla, mañana llamaré a un especialista.

sábado, 5 de julio de 2008

Julio

Hoy es 6 de julio. Los principios de los meses de julio desde hace 7 años me dan miedo. Porque el día 8 es el aniversario de la muerte de mi padre, de mi muy querido padre. El tiempo lo cura todo, es verdad, pero las cicatrices quedan y en algunas fechas señaladas parece que el tiempo retrocede y vuelves a vivir los terribles momentos, el dolor del adiós impuesto. Siete años ya. Yo no he olvidado tu cara, ni tu voz, ni tus ojos. No he olvidado nada de ti. Ni quiero hacerlo papá. Esparcimos tus cenizas en el lago en que tanto te gustaba pescar y ahora se que hubiera querido poder ir a verte a algún lugar. La alternativa no es gran cosa, un nicho en un cementerio, pero quizá eso me hiciera sentir que me queda algo físico de ti. Pero aún conservamos parte de tu ropa y tus objetos personales y a veces los toco. Y guardo un pañuelo del cuello en una cajita, con tu olor aún. Papá necesitaba esto, necesito aún llorar por ti algunas veces. Papá, te quiero.