sábado, 24 de abril de 2010

Justina

Justina camina por la calle Mayor. No sabe si la baja o la sube y le da lo mismo. Al fin y al cabo hay una calle Mayor en todas las ciudades y nadie sabe si suben o bajan bajo los pies presurosos de Justina.
Justina no tiene suerte. No la ha tenido nunca. No la tuvo para nacer, ni para estudiar, ni para enamorarse, ni para crecer, ni para tener a sus hijos, ni para...
Ni siquiera tuvo suerte para no ser Justina.
Esa mañana a Justina le da lo mismo hacia donde va. Solo camina porque no puede hacer otra cosa, no cabe otra cosa en su cabeza que caminar sin tino.
Que más da. No hay nada allá de donde viene. De donde viene no tienen nada para Justina. Ya no.
Justina ha perdido esta mañana todo lo que era. Todo en lo que creía. Lo ha perdido en su casa. Delante de sus hijos. Justina lo ha perdido todo entre los muebles que compró en una oferta: por 1000€ te amueblan todo el piso.
Lo ha perdido todo entre las cortinas que compró en Ikea. Ya no tiene nada más que una pequeña conciencia de lo que no tiene. De lo que ya no es, aunque esta mañana aún lo fuera.
Justina siente el cuerpo vacío. Lo nota hueco. Sus orificios están abiertos y por ellos ha vertido todo lo que era. Desde esta mañana. En un solo rato, ha licuado lo que era y su líquido vital ha salido por esos orificios hacia las alcantarillas de la calle.
No tiene nada, no es nada, Justina es libre. Es libre ahora que ya no es nada. Pudo ser libre ayer, o hace un año. Pero la mala suerte ha querido que Justina sea libre hoy, hoy que la libertad no vale porque no hay de que escapar excepto de si misma.
Justina camina por la calle Mayor maldiciendo esa libertad. Su libertad le ha dejado sin casa y sin hijos. Su libertad le ha dejado sin futuro y sin los frutos de su vientre. Es libre para huir hacia ninguna parte. No hay huida cuando el monstruo está dentro de Justina. Ha ocupado el espacio vació y se ha adueñado de Justina. La libertad es su monstruo que come de la desesperación de Justina, la de la mala suerte, la que ya no es.
Esta mañana antes de ir a la calle Mayor, Justina era Justina, pero ya no. En solo unos momentos ha dejado de serlo. Ella y sus hijos. Ahora es ese cuerpo vacío lleno de monstruo que quiere gritar. Pero gritar, gritar... no puede. No tiene nada dentro excepto el monstruo y no puede gritar. Justina, grita por favor. Justina vuelve. Justina, no te vayas sin gritar, sin hablar al menos. Justina no tienes la culpa, tu solo eras esta mañana, tu y tus hijos hasta que te dejaron sin ser, a ti y a tus hijos. No puedes gritar. ¿Y llorar? ¿Puedes llorar Justina? Llora y limpia la calle. Aún tiene tu sangre y la de tus hijos. Aún el rojo inesperado llena tu calle. No la calle Mayor en la que ya no tienes nada. Sino tu calle, la de todos los días Justina. Justina llora y limpia la calle. Que no queden huellas Justina. Ofenden. Que no quede nada de lo que ya no eres, ni fuiste, sin darte cuenta. Justina qué de tiempo esperando para no esperar nada. Ya no espera Justina nada, ni en su casa, ni en su calle. Y no espera a nadie. En ninguna parte. Ni a sí misma ni a sus hijos. Esta mañana, cuando aún tenía un hombre e hijos.
Justina ya no tienes nada. Camina por la calle Mayor si quieres, no pienses, no llores, no grites, no puedes. Ya no puedes, es demasiado tarde. Esta mañana aún podías pero ahora no. Justina, tu monstruo vive, pero tu no. Tu no Justina, ¿es que no te das cuenta de que has muerto? Grita. ¿Es que no sabes que tus hijos han muerto? Llora. Y camina si quieres por la calle Mayor. Camina con tu monstruo dentro y con tu libertad enarbolada y roja. La sangre de tu cuerpo te ha hecho libre, y la sangre de sus cuerpos ha hecho libres a tus hijos. Pero todos estáis muertos. Acéptalo Justina. No podrás hacer nada más que aceptar que otra vez la mala suerte... Justina, tu mala suerte. Justina.
Justina, que esta mañana era y ya no es y tenía y ya no tiene. Justina, que ha manchado la calle de sangre. Que ha sido ejecutada por un juez y verdugo. Juez y verdugo siempre. En su casa, verdugo más que juez. Cada día verdugo. Justina ¿Que ha pasado? Justina explícate a ti misma que ha pasado.¿Donde están tus hijos? Tu verdugo está en la calle. En pie, junto a tu sangre. Tu sangre Justina. Tu hombre es tu vergudo. En pie mientras tus hijos están muertos y tú caminas por la calle Mayor sin saber si la subes o la bajas.
Te han matado Justina, esta mañana. En tu casa Justina, junto a tus hijos. Tu hombre Justina. Y muerta has salido a tu calle y te ha vuelto a matar. Otra vez tu hombre, otra vez tu, otra vez tus hijos y otra vez y otra.
Cada día te matan Justina. Y mueres sin saber que has hecho para morir. Y tus hijos mueren sin saber que han hecho. Y tu hombre te mata porque... No lo sabe, pero ¿que más da?, te mata, cada día te mata.
Justina camina por la calle mayor sin saber si la baja o la sube. No le importa, ni a ella ni a nosotros. Porque Justina está muerta. Puede caminar hasta el infinito por todas las calles mayores que hay en todas las ciudades. Puede caminar por el cielo y por el infierno. El infierno ya lo conoce. Ha vivido en el.
Todas las mujeres maltratadas viven en el.