miércoles, 18 de marzo de 2009

Mi primo Mariano

Hoy ha muerto mi primo Mariano. Marianito para todos, sus tíos y sus primos, todos menores. Era el mayor y siempre ejerció de ello. No como líder, sino como dejándonos fuera de su mundo a los menores, capaces de verdaderas fechorías, mientras el se unía al mundo de los adultos.
Tenía 59 años. Espero que haya vivido como quería, aunque para todos fue siempre el pobre Marianito. No se porqué, porque en realidad, con su manera de ser, hacía siempre lo que quería, aunque todo el mundo tuviera la costumbre de echarle la bronca. Pero el no se inmutaba, vivía en su mundo y de vez en cuando bajaba al nuestro. Era el ahijado de mi madre, uno de sus dos sobrinos preferidos, mi primo Miguel y él. Y era la que tenía el recuerdo de cuando era un niño y le cogía en sus brazos, y como el la quería. La quiso siempre, porque siempre recibió de ella un amor incondicional. Mi madre nunca le regañó, y le llama hijo, el hijo de su querida hermana Lucía.
Marianito era de esas personas que siempre parecen ir un paso detrás de los demás, pero cuando miras y le buscas descubres que no va a la cola de nadie, que se ha marchado a hacer su vida.
También era de esas personas, de antes, que eran tachadas como "es tan bueno que parece tonto", pero el no era bueno, era un buscador de felicidad que prefería no meterse en fregados y pasar suavemente. Algunos le confundieron y quizá se aprovecharon de el, pero creo que a el nunca le importó. Y tal vez el no lo entendió así, sino que fue su entorno familiar, los que pensábamos que necesitaba protección, los que veían estos abusos de sus amigos. Pero ninguno de nosotros sabe que pasaba por su cabeza, tenía la suerte de no tener envidia, ni rencor y de saber exactamente que buscaba en la vida: la sencillez de los pequeños disfrutes, de los placeres cotidianos: un café, una buena comida, una tarde de juerga...
Marianito no supo nunca trasmitir lo que pensaba, o no quiso, y tampoco nos trasmitió sus sentimiento, quizá porque le pusimos delante un muro difícil de saltar, esa distancia que ponemos a los que nos son como nosotros, a los que ven la vida como un camino sin planteamientos existencialistas.
Mariano, te quiero. Nunca te lo dije, porque yo tampoco expreso con facilidad mis sentimientos. Y siento que te hayas ido así, sin vivir un montón de años más.