A veces me levanto al baño por las noches. Me siento en la taza, y justo enfrente, en la parte baja del radiador, hay una pequeña telaraña y una arañita. Nunca veo infortunados insectos que queden adheridos a la tela. No se de que vive la pobre araña. A veces la soplo y ella se refugia tras el radiador y otras veces simplemente la miro. Probablemente aún viva porque no me llega el pie cuando estoy en la taza sentada. Sino, probablemente, ya estaría muerta.
Es tan pequeña que no la hemos cazado con la escoba ni la fregona. Yo la dejo vivir.
He decidido que la mataré antes de volver a Madrid, a finales de agosto.
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