Hoy es 6 de julio. Los principios de los meses de julio desde hace 7 años me dan miedo. Porque el día 8 es el aniversario de la muerte de mi padre, de mi muy querido padre. El tiempo lo cura todo, es verdad, pero las cicatrices quedan y en algunas fechas señaladas parece que el tiempo retrocede y vuelves a vivir los terribles momentos, el dolor del adiós impuesto. Siete años ya. Yo no he olvidado tu cara, ni tu voz, ni tus ojos. No he olvidado nada de ti. Ni quiero hacerlo papá. Esparcimos tus cenizas en el lago en que tanto te gustaba pescar y ahora se que hubiera querido poder ir a verte a algún lugar. La alternativa no es gran cosa, un nicho en un cementerio, pero quizá eso me hiciera sentir que me queda algo físico de ti. Pero aún conservamos parte de tu ropa y tus objetos personales y a veces los toco. Y guardo un pañuelo del cuello en una cajita, con tu olor aún. Papá necesitaba esto, necesito aún llorar por ti algunas veces. Papá, te quiero.
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