Los amores imposibles son los mejores. Sufres mientras amas, pero no sufres la pérdida. Tu recuerdo será probablemente grato. Como una asignatura nunca aprobada, porque nunca te matriculaste en ella. Sin embargo, el amor, el maravilloso y loco amor compartido se enfrenta con el tiempo, que como si fuera un extintor va apagando poco a poco el fuego. La rutina destruye la pasión, la confianza, la amistad. Y la relación va carcomiéndose concentricamente hasta que llega al núcleo. Y ahí está el dolor, pero también el odio e incluso la violencia. Se pierde la memoria de lo que fue, del tiempo en que todo se perdonaba, en que los defectos eran pequeñas y graciosas nubes negras bajo el cielo azul del paraíso. El amor posible se convierte en una situación imposible, insostenible. De nada valen los recuerdos, el amor pasado, los momentos de apoyo. Ahora todo es negativo. El amor se ha ido sencillamente, se ha evaporado sin que nadie se diera cuenta. Peor aún, sin que a nadie le importara. Prefiero los amores imposibles, no dejan cicatrices en el corazón ni en la piel.
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