Hola amigas proletarias del mundo. Aquí estoy un lunes más con la lucha abierta en un montón de frentes. El espejo, por ejemplo. Mirarme por la mañana, con el pelo mojado y la cara lacia es un poema. Me pinto y mejoro algo. Luego me visto y cuando acecho en el espejo la última visión de mi, antes de salir a la calle, me doy cuenta de que mi cuerpo está vivo y es móvil. Hay algunas zonas de él que se salen del eje, por así decirlo. Bultos que se forman en mi cintura, espalda, muslos... Y que tienen vida propia. Están activos. Cuando me siento a la mesa cogen sus cucharas y tenedores y se quedan con la mejor parte. Enemigos mios de cada día, dejadme hoy comer en paz las galletas mojadas en mi cola cao. Olvidad que no sois carne de liposucción, porque no tengo ni dinero ni ganas de hacérmela. Al fin y a cabo sois mios y mi dinero me habéis costado. Sería una incongruencia pagar ahora para perderos. Pero ya que estáis seguros en mis brazos, podrías esconderos un poquito. Pero no como hacéis normalmente, que os metéis de un sitio y salís por otro. Si me aprieto la cintura, salís por el estómago. Si me ciño el talle, la carne se desborda por encima de la castigadora prenda. Si escondo mi estómago, mis pechos acarician mi garganta. Tocino del cocido, fabada hermosa, alejaros de mi cual tentaciones de la carne. Las judías verdes cuidan del cuerpo y del alma. La lechuga inspira al poeta cuando el hambre aprieta. Hoy a mediodia me enfrentaré a un nuevo episodio de lucha, la voluntad contra los espaguetis. Podéis adivinar quién ganará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario