jueves, 24 de marzo de 2011

Demasiadas cosas que hacer y pocas ganas

Normalmente me rijo por mi lista de cosas que hacer. Me apunto las cosas más urgentes, lo que tengo que comprar, algunas ideas... En realidad es una forma de organizar mi mente, una mente que tiende a la dispersión.
Pero hoy no he mirado la lista, realmente no se ni donde está, supongo que por mi bolso. Hoy me he levantado dispuesta a pasar el día por debajo del nivel exigible de rendimiento. Tengo muchas cosas que hacer, pero mi problema es que si no son urgentes, si no me ahogan, me cuesta un mundo comenzarlas. Luego se me presentan todas juntas, pero he aprendido que al final se sale, aunque solo sea porque no puede ser de otra manera. El tiempo pasa de forma inexorable y llega un momento en que tus tareas se te presentan delante y si no las haces, te atraviesan y se quedan atrás. Así se pierden muchos trenes, doy fe.
Pero hoy me ha dado igual. Quizá porque los días nublados me hacen sentirme bien, o porque no tenía motivación para esforzarme. Eso si, he limpiado la cocina y he hecho una comida aceptable. El problema es que cuando he acabado de hacer la comida, la pila de los cacharros estaba de nuevo hasta arriba. Aunque tengo la casa limpia, la cocina es mi cruz. Normalmente freigo cuando ya no tengo cubiertos. Tengo 6 tenedores y 6 cucharas. Cuando me hacen falta los unos o las otras suelo fregar. Es como si mi buffer no estuviera lleno. Ya sabéis, como cuando le mandas (o le mandabas) a un impresora un trabajo demasiado pequeño. No arrancaba. Pues yo estoy igual. Espero que mañana sea diferente. Tengo que lavar mi ropa, la de mi perra, estudiar y estudiar... Tampoco tengo ganas de estudiar. El examen del master que estoy cursando es en junio. Será fuerte, pero todavía no siento su respiración en mi nuca. Bueno, tampoco tengo ganas de escribir, así que lo dejo.

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