Me apetecía escribir una ranchera desgarrada de esas que canta mi Alejandro.
Que difícil es amar sin ser amado,
llorar sin consuelo por lo que se ha perdido
ese trozo de cielo, ese amor inmenso...
ese corazón desesperado.
Maldigo al destino.
Pero no te digo adiós, porque no puedo.
Y no te miraré mientras te vas.
Ni en la distancia de los días podré admitir
que no vas a volver
Ni mirando al horizonte lejano admitiré
que no vas a venir
y no me rendiré, no puedo hacerlo,
porque entonces tendría que morir.
Golpearé la almohada que acarició tu piel
y la abrazaré aunque no guarda tu calor.
Y en las madrugadas, sin dormir, me oirán gritar
el dolor de saber que fuiste mía
y te dejé marchar.
Maldigo al destino que nos separó.
Los ingredientes son: pasión desatada, amor desesperado e intensas despedidas. Pruebenló como terapia antiestres, a mi me funciona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario