lunes, 17 de septiembre de 2007

Un día como los demás

Como todos los días, con la desesperación por delante, pero sin ningún otro plan. Me he levantado con el piloto automático y como todos los días he acabado en el trabajo sobre las 7,30 h.
Como todos los días estoy pasando las horas esperando que me llegue la libertad. Será a las 14,30 h. Pero a eso de las 15 h. ficharé en casa.
En fin, y aún tengo suerte. Tengo un buen trabajo y una vida aceptable. Hoy de todas formas no es un buen día, ya hace días que estoy un poco mosqueada con el mundo, en este caso el policial y el de los seguros.

Una de miedo


Hace unos días me robaron en el parking de un centro comercial en la provincia de Madrid. Estaba en el coche y un hombre joven apareció con una navajita y me robo todo lo que llevaba en el asiento de atrás. He tenido que denunciar el hecho. Y he tenido que cambiar las cerraduras de mi casa, 487 €. Y lo peor de todo, me han robado una gafas graduadas, sin las que no veo ni papa, recogidas el lunes pasado en el Corte Inglés. Las pagaré el mes que viene, pero no existen, se han volatilizado.
Los seguros no se hacen cargo, no estoy cubierta sino de mierda. El del coche, porque el coche no tiene daños, el de hogar porque estaba dentro del coche, el del centro comercial porque el parking es gratis. Y encima, la policía judicial me llama con engaños y en una comisaría soy intimidada por 4 polis judiciales salidos de las mejores series españolas. Quieren que cambie mi declaración o me detendrán para llevarme ante el juez, ya que tienen constancia de que mi denuncia es falsa. De lo que no tienen constancia es de donde están mis cosas y el ladrón que me las quitó.
Siento una indefensión terrible en ese cuarto despojado de signos humanos. Sillas viejas, mesas viejas, paredes desnudas y policías tumbados sobre las sillas o girando a mi alrededor.
Parece ser que son presionados por sus superiores para que las denuncias sean retiradas y la estadística sobre delitos no sea demasiado llamativa. Vamos, como lo de las listas de espera de los hospitales.
Y hoy, aquí, echando cuentas sobre lo que tengo y lo que no tengo.
Cuando veo a un policía persiguiendo con saña a un top manta, en las motos, por las aceras. Cuando veo el miedo reflejado en esas caras oscuras, en esos ojos profundos, en esas manos que agarran la manta como si fuera lo único que tuvieran; me bajaría del mundo, porque este no puede ser el mio.

Una de amor

Mi relación con los animales callejeros. Desde la distancia y la cobardía observo a los perros y gatos sin dueño. Afortunadamente no hay muchos, pero quizás solamente porque se ha mejorado la recogida de animales abandonados en las vías públicas, y no porque no existan. Hasta este mismo mes he sido socia de "El Refugio", un lugar donde recogen perros y gatos abandonados y tratan de darles una vida digna y encontrarles otro hogar. Pero me he borrado porque dos veces he llamado solicitando ayuda al encontrar un perro solitario en las calles y en ambas ocasiones su respuesta ha sido que el centro está lleno y que no pueden atenderme. Es cierto que su director siempre está en los medios defendiendo la causa, pero últimamente me he vuelto muy escéptica con las organizaciones de ayuda (son más que ONG). Me he borrado también de "Ayuda en Acción" porque no encuentro claridad en sus exposiciones, aunque no dudo de ellos. También he cortado, después de 25 años de amor y odio con Cruz Roja. Solo le soy fiel a Acnur, de momento.
Y es que viendo el trato que reciben los animales, cada vez siento más que el hombre, como especie, solamente tiene un patina de solidaridad, de cultura, de sociabilidad entre grupos. Si rascamos un poco en todos aparecerá el hombre atávico, que es capaz no solo de matar, sino de destruir y torturar a todo lo que es más débil. No voy a poner ejemplos. Los sabemos. Y los animales son tan parte de este mundo al que el hombre somete, son tan fáciles de dañar... como parte de la naturaleza.
Cuando oigo llamar a alguien "torero" como elogio, como símbolo español, me bajaría del mundo, porque este no puede ser el mio.

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