Hoy me he levantado con ganas de trabajar. He ido con más ganas que otros días. Tenía un trabajo interesante que hacer. Pero según transcurría el día todo se ha enrarecido. Se perfectamente que no soy nada para mis jefes. Ni como persona, ni como trabajadora. Otras veces, creo que lo he comentado, somos facilmente sustituibles. No se nos valora, y sin embargo se les llena la boca de "lo bien que estamos", "cuanto ganamos"... siendo, como somos, nada. El ambiente en el trabajo esta mal, ni siquiera estamos enfadados, estamos resignados, en el exilio que nos impusieron, no ya por el sitio, sino por la forma en que nos hicieron trasladarnos durante las obras de la sede. No nos facilitaron información entonces, ni lo hacen ahora. Todo lo que sabemos son rumores. Y los empleados antiguos, gente que llevamos aquí 20, 30 o 40 años, somos menospreciados. Las promociones son solo para los nuevos, gente "muy formada". Pero todo son paripés. Ellos lo saben y nosotros lo sabemos, y todos disimulamos. Al fin y al cabo estamos ahí ganándonos la vida. Muchos seguimos pagando hipotecas, o tenemos otras deudas, y sobre todo tenemos que vivir. Pero la oficina se ha convertido en un lugar apagado, sin alegría. Casi sin esperanza. Hay rumores de listas negras y blancas, de recesión económica, de medidas drásticas. Hay amenazas de crisis futuras. Hay indiferencia y como he dicho, lo peor, resignación. La mayoría hemos decidido pasar. Han conseguido cambiar mi forma de ser: imaginativa, con iniciativa, activa, iva, iva, iva... y ahora pasiva. Bueno mañana es viernes, esa parece ser la solución. Al menos, hasta el próximo lunes.
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