Alejandro, por Dios, no puedo más. Estoy sufriendo contigo cada día. Yo que te conozco hace tan poco, pero tanto he averiguado, yo que he retrocedido hasta tu niñez desde hace solo unos meses, me encuentro con que has cambiado totalmente. Tu música ha dejado de ser poderosa, y aunque cantas de maravilla, siempre, tu canciones no me estremecen. El disco que menos oigo es el último. Pero eso es coyuntural. Tampoco me gusta tu nueva imagen. Eres un hombre y ese ha sido siempre tu atractivo. Estás más guapo con el pelo largo, canas, arrugas y media barba. Estas más guapo descuidado, natural. Y eres muy guapo, hermoso dicen tus fans. Tampoco tu sonrisa es la de antes y dicen las entendidas que tus ojos han perdido la alegría. En fin, que me digo que ahora que me gustas a mi, que te he descubierto, has cambiado, has vuelto tus ojos, como tu dices, a otros mercados, a otras/os entusiastas adoradores. Pero ya te lo he dicho otras veces. ¿Merece la pena? Sabes que te perdonamos todo, pero regresa por favor. Tu tienes que ser ese hombre maravilloso que nos hace soñar en el escenario con antiguos caballeros, mujeres hermosas, domingos de misas y paseos, flores y un amor intenso, incondicional, desesperado. Noches de pasión y días de ternura. Cuentos con final feliz. Y también ese hombre que nos produce curiosidad y nos derrite cuando se muestra tímido en las entrevistas, o juguetón con sus hijos. En fin Alejandro, tu verás, mañana te marchas, pero yo me voy contigo, tengo la suerte de poder ir contigo a donde quiera, de poder viajar y asistir a todos tus conciertos aunque no me mueva de Madrid. La imaginación e internet son un complemento excelente para los sueños. Pero por favor, si no en todo lo que te he dicho, al menos reflexiona sobre tu peluquero. Acuerdate De Sansón.
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