Me ha contado una amiga que tiene un nuevo novio. Se llama Adán y es cubano. Negro dorado, con el pelo negro ensortijado y una sonrisa blanca que siempre asoma en su boca. Por lo visto la tiene en la gloria. Que envidia. Siempre ha sido muy ligona. Pero ahora tiene 36 años y dice que no está para perder el tiempo. Le gustaría tener una relación seria y tener hijos, pero el destino es ajeno y todo lo que encuentra son planes sin futuro. Y puestos así, ha decidido coger a manos llenas este amor cubano, que le dará, al menos, un tiempo de felicidad, alegría al cuerpo y ejercicio sano. Mucha salsa y merengue. Salidas nocturnas y daykiris. Tal vez no pueda tener exactamente lo que quiere, pero lo que tiene es lo mejor de su vida.
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