domingo, 9 de diciembre de 2007

Amigas mias de la cincuentena

Estimadas amigas, y amigos. Ya puedo considerarme mayor. Hasta ahora me iba dando margen, los cuarenta son una buena edad, aún eres joven para casi todo, o al menos estás dentro del círculo del poder: puedes encontrar trabajo, tener hijos, enamorar y enamorarte, aún apenas tienes achaques.
Pero en los cincuenta comienza la dura realidad. Las canas ya son serias. La piel está cansada y el espejo no te devuelve nada bueno. Ya no pareces más joven. Y por dentro tampoco. Los hombres quizá lo tengan un poco mejor, pero en definitiva todos entramos en la cuesta abajo. No es que no tengamos buenos años por delante, todos son buenos, sino que las cosas son diferentes, estás de alguna manera al margen. Te vuelves invisible. Te aferras a los años pasados, te cuidas más, pero nada es suficiente. Esto es serio.
Miro a mi alrededor y mi círculo familiar y de amistad y en el trabajo hay muchos en mi situación, o un poco peor o un poco mejor. Los que hemos crecido juntos nunca nos veremos como somos realmente. Pero ya hay varias generaciones por detrás de nosotros y empezamos a descontar los años para nuestra jubilación. El tiempo corre cada vez más deprisa, cada vez es menos benevolente. En abril cumpliré 51. Me siento de mediana edad, que es un eufemismo del umbral de la vejez temprana. Quizá en estos momentos vea la botella medio vacía y las cosas puedan mejorar, pero no se como. No obstante, queridas amigas, en un placer envejecer juntas.

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