Ayer me quedé a medias. Y hoy estoy bastante desanimada. El accidente del avión en Barajas, los muertos y sobre todo los familiares angustiados que las televisiones se disputan por captar, como si fueran imágenes candidatas al premio Pulitzer, cuando solo rompen la intimidad de una tragedia familiar. Se aprovechan de la sensación de irrealidad de te acompaña cuando sufres una gran pérdida, más aún, supongo, en estas condiciones de incertidumbre y desinformación.
De todas formas, todos lo sabemos, la vida sigue. Esto dejará de ser noticia. Afortunadamente las televisiones y otros medios de información saturarán el morbo y dejará de ser negocio.
Cuando se producen en agosto, este tipo de desgraciadas tragedias se magnifican ante la falta de noticias. Ya sabemos que los políticos estaban de vacaciones. Él parlamento no funciona. Si no fuera por las Olimpiadas y por la guerra en Georgia, no tendrían apenas de que hablar.
En Pekín, deportivamente, las cosas han mejorado. Otras dos medallas, una de oro, aunque en un deporte minoritario como la vela. En atletismo, nada. Decepción tras decepción. De todas formas, creo que la TV española ha perdido el norte. Cada día emite menos, solamente algún partido en directo, y apenas hace caso de las competiciones en que no hay españoles, con los cual nos perderemos grandes espectáculos. Espero que rectifiquen, porque una final olímpica, en cualquier disciplina cuenta con los mejores del mundo, y es la mejor práctica deportiva que se puede ver. Una vez, cada cuatro años.
Hoy llueve en Pekín. Ya sabéis lo que me gusta. Charcos, lluvia intensa, gente con los cabellos empapados, vida.
Me enfrascaré en los Juegos para olvidar la tragedia. Mi más sentido pésame.
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