Me deprimo. El trabajo, el día a día, es como un mar embravecido con lagunas de calma. Pero las corrientes están debajo, bajo un superficie hermosa y excitante. Y es muy dificil bregar con este mar año tras año, cuando aquello de lo que oíste hablar, de la discriminación por razón de edad te alcanza como una ola que te alza en su cresta y te arroja bajo la curva, donde te revuelca y hunde hasta que en el regreso, te lleva con ella. Nunca puedes llegar a la orilla, ya no puedes. Ya no tienes edad. Y sufres un gota a gota que va minando tus ideas, tu iniciativa, tu ambición, tus ilusiones. Hoy he dicho por primera vez la frase en alto, esa frase temida que nunca he comprendido hasta ahora: para diez años que me quedan... Tengo 50, así que con suerte podría jubilarme a los 60, pero 10 años es mucho tiempo, y más ahora. No puedo permitirme renunciar a vivirlos o a vivirlos hundida en la miseria de la conformidad, de la rutina. No valgo para eso. No se vivir sin luchar. Pero luchar contra los elementos es muy dificil y yo tampoco tengo fuerzas para ello, ni respaldo, ni dinero para decir que nada me importa y que ahí os quedáis. No puedo. Estoy atrapada en mi medio de vida, en mi casita caliente, en mis fines de semana tranquilos. No puedo arriegar lo que tengo, ni perderlo. Pero el precio es alto. Vivir bajo la bota de los mindunguis unidos del mundo. Nueva especie en crecimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario