Si, me ha cogido de lleno. No se como pasar estos terribles días en los que no tengo deseos de hacer nada, nada me motiva y no consigo un apoyo real. Lo estoy buscando, pero no lo encuentro, tal vez debe acudir a un profesional. Yo misma me he diagnosticado y tengo una depresión leve. Espero superarla en los próximos días porque me estoy medicando con un antidepresivo que había dejado de tomar hace unos dos meses. No he resistido más que eso. El médico me explica que hay una función biológica que mi organismo no realiza bien, relacionado con la serotonina y que por eso la pastillita me va tan bien. Pero hay otras cosas en las que me afecta, como la memoria o la inhibición del deseo sexual.
Llevo así desde hace unos 10 días, y es verdad que cada día estoy un poquito mejor. Pero ahora, después de un tiempo de impass, voy a tener que asumir unos cuantos retos, que han convergido en el tiempo. Y me da miedo. Estoy temblando de miedo. No se si seré capaz de enfrentarme a la vida ahora mismo. Me siento insegura, temerosa y muy nerviosa. En el fondo de mi se que seré capaz, pero ahora mismo solo desearía renunciar a todo y meterme en la cama. Estoy helada. Llevo días helada y apenas como, no tengo ganas.
Mi perrita, de 13 años, esta malita. Espero que no sea nada, pero ya llevamos tres semanas de veterinario. Ayer le mandó una nueva medicina, y hoy ha -hemos- dormido toda la noche. Necesito su compañía, pero sufro mucho. Además con lo que voy a hacer la tendré que dejar sola y ella nunca había estado sola.
Ya sabéis como es esto, no se disfruta de nada, ni de lo que te gustaba antes, ni de lo tienes por delante. Intento relajarme, pero tampoco lo consigo. Tengo que estudiar, y no estudio. No os creáis que soy joven, ayer cumplí 54 años. Son muchos, pero todavía hay mucho que hacer, lo noto.
El otro día me inscribí en Meetic. Buscaba asociaciones que me pudieran ayudar y salió esta página de buscar-parejas. No he mandado foto, ni he rellenado un perfil completo, pero desde el primer momento me envían mensajes de solteros que quieren conocerme. Entre 50 y 56 años. No me gusta ninguno. No es fácil sacarse una foto agraciada y todos parecen 15 años mayores de la edad que pone. Se que yo tampoco les gustaría a ninguno. Todas las quieren delgadas y yo no lo estoy. Pero lo peor es que les veo y me producen rechazo, me producen rechazo los hombres ahora mismo, tal vez por la pastillita. Siempre he sido fantasiosa y la realidad me ha producido cierto desasosiego, pero ahora estoy en mi mundo y mi mundo es muy solitario. Me gustaría contar con gente, pero se que en cuanto se me acerquen, los alejaré. Ahora voy a conocer personas en estas nuevas actividades que voy a emprender. Espero poder relacionarme con normalidad y hacer alguna amiga.
Me castañetean los dientes. Tengo una cita a las 5 de la tarde. Estoy temblando de miedo. Mi hermano dice que si me va mal me quedaré como estoy, no peor. Tiene razón, pero las razones no me suben la moral. Los pensamientos negativos se cuelan en mi cerebro, han hecho nido
Me quiero bajar del mundo
jueves, 28 de abril de 2011
martes, 19 de abril de 2011
Siempre vuelve
Hacía mucho tiempo que no me sentía tan mal. Llevo una mala temporada, pero estos dos últimos días están siendo especiales. Me pregunto toda clase de cosas que no tienen respuesta, o si la tienen, no tienen nada que ver con lo que yo pueda hacer, como la muerte.
El mundo se sigue moviendo, el día es claro y las cosas no han cambiado. Pero la tristeza, la desazón, esa sensación que casi todos hemos sentido alguna vez, me llena el pecho. Se ha alojado ahí y requiere, para alimentarse, de todas las parcelas de mi vida.
He vuelto a comenzar con los antidepresivos. Se que mi vida no es la misma con ellos, que soy yo, en cierta forma, forrada, protegida de la realidad. Pero no se puede vivir sufriendo. Yo no quiero vivir así. No puedo. Espero que esa pastilla, que casualmene me he comenzado a tomar ayer, me ayude. Tal vez acerté, porque ayer mismo vi el borde del abismo. Cuando decidí tomármela ya estaba cuesta abajo, sin frenos.
Escribir siempre me ha ayudado. Me sirve de terapia, porque al poner los pensamientos por escrito estos parecen ser más benignos, desahogarse es bueno. El peso se aligera un poco. Aunque los nervios siguen enrollados en mi estómago.
El mundo se sigue moviendo, el día es claro y las cosas no han cambiado. Pero la tristeza, la desazón, esa sensación que casi todos hemos sentido alguna vez, me llena el pecho. Se ha alojado ahí y requiere, para alimentarse, de todas las parcelas de mi vida.
He vuelto a comenzar con los antidepresivos. Se que mi vida no es la misma con ellos, que soy yo, en cierta forma, forrada, protegida de la realidad. Pero no se puede vivir sufriendo. Yo no quiero vivir así. No puedo. Espero que esa pastilla, que casualmene me he comenzado a tomar ayer, me ayude. Tal vez acerté, porque ayer mismo vi el borde del abismo. Cuando decidí tomármela ya estaba cuesta abajo, sin frenos.
Escribir siempre me ha ayudado. Me sirve de terapia, porque al poner los pensamientos por escrito estos parecen ser más benignos, desahogarse es bueno. El peso se aligera un poco. Aunque los nervios siguen enrollados en mi estómago.
domingo, 17 de abril de 2011
Necesito escribir
Si, noto mi corazón lleno. Y necesito escribir sobre sentimientos. Sobre esa tristeza que me acompaña, sobre ese peso que se ha instalado en mi pecho y me oprime como si fuera algo físico. Sobre esas ganas continuas de llorar, de llorar, de romperme y llorar hasta quedar vacía. Llorar perdiendo el orgullo, aceptando que me siento sola, que no tengo ganas de seguir caminando por este camino, pero que no hay otro. Hace muchos años que tomé este sendero y parece que ha ido divergiendo del del resto del mundo. Estoy confusa y por primera vez tengo miedo de las largas noches. Me siento mal, y siento que no tengo nada que dar, ni siquiera hay amor dentro de mi. Tal vez no sea humana. Tal vez no sea, simplemente.
sábado, 2 de abril de 2011
Planecillos
A veces cuesta. Llevo una vida tranquila, no trabajo fuera de casa (ni en casa tampoco, la verdad) aunque estoy estudiando y escribo. Ahora estoy intentado escribir otro libro. A ver si me engancho. De momento mi mente genera ideas, pero mis manos están vagas para escribir. Me he comprado incluso un programa de reconocimiento de voz, para poderle dictar al word, pero no funciona bien.
Escribo deprisa, pero me da pereza ponerme. Me gusta más escribir a mano, pero tengo dos problemas, que escribo cada vez peor y que luego, si algo vale, tengo que transcribirlo.
En fin, que sigo vaga y en cierto modo, aislada del mundo. Y eso, a veces, pesa mucho. Pero las cosas mejorarán. Ahora viene el buen tiempo. Estoy empezando a llevar a mi perra a jardines de por aquí. Están preciosos, pero tengo alergia y no me suelen sentar muy bien, y a mi perra tampoco le hacen mucha ilusión después de los primeros momentos. El calor no les sienta bien a los perrillos.
Por otra parte, voy a intentar encontrar trabajo. Supongo que para la temporada podré encontrar alguna suplencia. No me importa que no sea algo definitivo, sino una cosilla, p'ayudar a la economía. Si es a tiempo parcial, mejor.
Y estoy con mis concursos literarios. Me parece muy difícil, pero intentarlo es lo más importante. Ya veremos.
Escribo deprisa, pero me da pereza ponerme. Me gusta más escribir a mano, pero tengo dos problemas, que escribo cada vez peor y que luego, si algo vale, tengo que transcribirlo.
En fin, que sigo vaga y en cierto modo, aislada del mundo. Y eso, a veces, pesa mucho. Pero las cosas mejorarán. Ahora viene el buen tiempo. Estoy empezando a llevar a mi perra a jardines de por aquí. Están preciosos, pero tengo alergia y no me suelen sentar muy bien, y a mi perra tampoco le hacen mucha ilusión después de los primeros momentos. El calor no les sienta bien a los perrillos.
Por otra parte, voy a intentar encontrar trabajo. Supongo que para la temporada podré encontrar alguna suplencia. No me importa que no sea algo definitivo, sino una cosilla, p'ayudar a la economía. Si es a tiempo parcial, mejor.
Y estoy con mis concursos literarios. Me parece muy difícil, pero intentarlo es lo más importante. Ya veremos.
viernes, 25 de marzo de 2011
Comienza la historia de Bernardino Tejerón
Comenzamos una pequeña historia. Ayudadme a completarla. Escribirme ideas.
Bernardino Tejerón tenía las orejas enormes. No grandes, sino enormes.
Nació en Motril, en 1978 y en el momento de su nacimiento el médico lo examino atentamente pensando que podría haber desarrollado algún cuerpo extraño en su cabeza. Pero no, eran las orejas, grandes como antenas parabólicas en esa pequeña cabeza calva. En realidad el doctor nunca se explicó como pudo salir del cuerpo de su madre casi con facilidad.
Sus orejas siempre fueron motivo de exageración. Hasta algunos decían confundiendo los términos que tenía 4. Tenía solamente 2, pero eran como 6. Es decir, el número de órganos era el estándar, pero su tamaño resultaba apoteósico.
Tal parecía que llevara sobre la piel esos rodillos que llevan las falleras valencianas sobre las orejas, o quizá directamente dos paelleras.
Todo esto podría parecer una simple anécdota. Pero no lo era. Sus orejas marcaron toda la vida de Bernardino, hasta ser la causa de su caída y perdición.
Nadie con un rasgo físico semejante puede pasar por la vida sin ser víctima del escarnio y de la crueldad del resto de la humanidad.
Ni siquiera su familia se salvaba de las burlas. Porque verdaderamente las orejas de Bernardino eran de otro mundo, pero no de éste.
Bernardino desbordaba del cochecito. Cuando le echaban la capota tenían que doblarle las orejas. Y cuando los vecinos se asomaban a decir aquello de "que niño tan rico" se quedaban pasmados. Ese niño llevaba una sarta de sachichas enrollada en la cabeza.
Al poco tiempo de nacer, sus padres decidieron dejarle crecer en casa y le sacaban lo menos posible. De modo que el niño se crió sin saber de su problema.
Bernardino Tejerón tenía las orejas enormes. No grandes, sino enormes.
Nació en Motril, en 1978 y en el momento de su nacimiento el médico lo examino atentamente pensando que podría haber desarrollado algún cuerpo extraño en su cabeza. Pero no, eran las orejas, grandes como antenas parabólicas en esa pequeña cabeza calva. En realidad el doctor nunca se explicó como pudo salir del cuerpo de su madre casi con facilidad.
Sus orejas siempre fueron motivo de exageración. Hasta algunos decían confundiendo los términos que tenía 4. Tenía solamente 2, pero eran como 6. Es decir, el número de órganos era el estándar, pero su tamaño resultaba apoteósico.
Tal parecía que llevara sobre la piel esos rodillos que llevan las falleras valencianas sobre las orejas, o quizá directamente dos paelleras.
Todo esto podría parecer una simple anécdota. Pero no lo era. Sus orejas marcaron toda la vida de Bernardino, hasta ser la causa de su caída y perdición.
Nadie con un rasgo físico semejante puede pasar por la vida sin ser víctima del escarnio y de la crueldad del resto de la humanidad.
Ni siquiera su familia se salvaba de las burlas. Porque verdaderamente las orejas de Bernardino eran de otro mundo, pero no de éste.
Bernardino desbordaba del cochecito. Cuando le echaban la capota tenían que doblarle las orejas. Y cuando los vecinos se asomaban a decir aquello de "que niño tan rico" se quedaban pasmados. Ese niño llevaba una sarta de sachichas enrollada en la cabeza.
Al poco tiempo de nacer, sus padres decidieron dejarle crecer en casa y le sacaban lo menos posible. De modo que el niño se crió sin saber de su problema.
jueves, 24 de marzo de 2011
Demasiadas cosas que hacer y pocas ganas
Normalmente me rijo por mi lista de cosas que hacer. Me apunto las cosas más urgentes, lo que tengo que comprar, algunas ideas... En realidad es una forma de organizar mi mente, una mente que tiende a la dispersión.
Pero hoy no he mirado la lista, realmente no se ni donde está, supongo que por mi bolso. Hoy me he levantado dispuesta a pasar el día por debajo del nivel exigible de rendimiento. Tengo muchas cosas que hacer, pero mi problema es que si no son urgentes, si no me ahogan, me cuesta un mundo comenzarlas. Luego se me presentan todas juntas, pero he aprendido que al final se sale, aunque solo sea porque no puede ser de otra manera. El tiempo pasa de forma inexorable y llega un momento en que tus tareas se te presentan delante y si no las haces, te atraviesan y se quedan atrás. Así se pierden muchos trenes, doy fe.
Pero hoy me ha dado igual. Quizá porque los días nublados me hacen sentirme bien, o porque no tenía motivación para esforzarme. Eso si, he limpiado la cocina y he hecho una comida aceptable. El problema es que cuando he acabado de hacer la comida, la pila de los cacharros estaba de nuevo hasta arriba. Aunque tengo la casa limpia, la cocina es mi cruz. Normalmente freigo cuando ya no tengo cubiertos. Tengo 6 tenedores y 6 cucharas. Cuando me hacen falta los unos o las otras suelo fregar. Es como si mi buffer no estuviera lleno. Ya sabéis, como cuando le mandas (o le mandabas) a un impresora un trabajo demasiado pequeño. No arrancaba. Pues yo estoy igual. Espero que mañana sea diferente. Tengo que lavar mi ropa, la de mi perra, estudiar y estudiar... Tampoco tengo ganas de estudiar. El examen del master que estoy cursando es en junio. Será fuerte, pero todavía no siento su respiración en mi nuca. Bueno, tampoco tengo ganas de escribir, así que lo dejo.
Pero hoy no he mirado la lista, realmente no se ni donde está, supongo que por mi bolso. Hoy me he levantado dispuesta a pasar el día por debajo del nivel exigible de rendimiento. Tengo muchas cosas que hacer, pero mi problema es que si no son urgentes, si no me ahogan, me cuesta un mundo comenzarlas. Luego se me presentan todas juntas, pero he aprendido que al final se sale, aunque solo sea porque no puede ser de otra manera. El tiempo pasa de forma inexorable y llega un momento en que tus tareas se te presentan delante y si no las haces, te atraviesan y se quedan atrás. Así se pierden muchos trenes, doy fe.
Pero hoy me ha dado igual. Quizá porque los días nublados me hacen sentirme bien, o porque no tenía motivación para esforzarme. Eso si, he limpiado la cocina y he hecho una comida aceptable. El problema es que cuando he acabado de hacer la comida, la pila de los cacharros estaba de nuevo hasta arriba. Aunque tengo la casa limpia, la cocina es mi cruz. Normalmente freigo cuando ya no tengo cubiertos. Tengo 6 tenedores y 6 cucharas. Cuando me hacen falta los unos o las otras suelo fregar. Es como si mi buffer no estuviera lleno. Ya sabéis, como cuando le mandas (o le mandabas) a un impresora un trabajo demasiado pequeño. No arrancaba. Pues yo estoy igual. Espero que mañana sea diferente. Tengo que lavar mi ropa, la de mi perra, estudiar y estudiar... Tampoco tengo ganas de estudiar. El examen del master que estoy cursando es en junio. Será fuerte, pero todavía no siento su respiración en mi nuca. Bueno, tampoco tengo ganas de escribir, así que lo dejo.
viernes, 11 de marzo de 2011
Impetuosa
Dejo aquí un poquito de mi libro.
...
La siguiente vez que el Duque vio a Janne fue de nuevo en la cocina. El ambiente era en verdad festivo.
Las risas eran generales entre las numerosas personas presentes, todo el servicio y alguno de los mozos de cuadra. Al parecer Janne se había comprometido a realizar para todos unas maravillosas crepes francesas rellenas de confitura de frutas o chocolate. Esa tarde todos iban a merendar delicatessen, había anunciado. La voz al parecer se había corrido y allí estaban todos expectantes y con un plato en la mano.
Sobre un aparador habían puesto varias jarras y tazas de té listas para usarse.
Pero lo más curioso era que en el ambiente flotaban nubes blancas. Henrietta, sentada en la mesa de la cocina, tenía delante un enorme cuenco de harina. De vez en cuando metía las manos en él, para después elevarlas y aplaudir mientras se retorcía de risa.
Los ojos del Duque se humedecieron y se quedaron fijos en su pequeña. Nunca, en sus 5 años de vida, la había visto reír así. Despreocupada y feliz.
Observó que, frecuentemente, Janne se acercaba a ella y hacía el mismo movimiento. Luego pasaba varios dedos por las facciones de la niña, que se echaba para atrás, con toda la carita blanca. A su lado, en un canasto, Marie pateaba feliz, cubierta también de harina.
Era una fiesta blanca y sintió el anhelo de formar parte de ella. De sumarse a esa improvisada celebración con la única familia que tenía en verdad, su hija y su personal.
De pronto sintió como los ojos de Janne le llamaban. Le había visto. Primero exclamo un ¡Oh! que tapó con sus manos, poniendo sus mejillas blancas. Al ver la sonrisa del Duque, cogió un plato y acercándose a él con la mirada brillane, le dijo:
– Póngase a la cola Excelencia y enseguida recibirá unas maravillosas crepes francesas.
A los ojos del Duque, Janne bien podría estarle ofreciendo los placeres del cielo, de tan bien le sabía mirarla.
– Siéntese con Henrietta y cuídeme a Marie. Vamos. Se me queman las crepes.
El Duque, obediente, hizo lo que Janne le había indicado. Se sentó a la mesa mientras sus criados le miraban fascinados.
Henrietta se lanzó a sus brazos, que se abrieron para acogerla. Marie intentó gatear hasta él. Al ver lo inútil de sus aspavientos Simon acercó una de sus manos al canasto y lo atrajo hacia sí mientras la felicidad más pura se instalaba en el rosado y blanco rostro del bebé.
Al cabo de un momento los tres fueron agasajados con la exquisita crepe que la propia Janne puso frente a ellos, sobre la mesa. Su boca le susurró muy cerca:
– Le he puesto doble de chocolate Excelencia.
Un segundo más tarde las niñas y el Duque compartían la crepe con las manos y las caras llenas del dulce marrón. El Duque reía sintiéndose, en cierta forma, como el niño que nunca había podido ser.
...
La siguiente vez que el Duque vio a Janne fue de nuevo en la cocina. El ambiente era en verdad festivo.
Las risas eran generales entre las numerosas personas presentes, todo el servicio y alguno de los mozos de cuadra. Al parecer Janne se había comprometido a realizar para todos unas maravillosas crepes francesas rellenas de confitura de frutas o chocolate. Esa tarde todos iban a merendar delicatessen, había anunciado. La voz al parecer se había corrido y allí estaban todos expectantes y con un plato en la mano.
Sobre un aparador habían puesto varias jarras y tazas de té listas para usarse.
Pero lo más curioso era que en el ambiente flotaban nubes blancas. Henrietta, sentada en la mesa de la cocina, tenía delante un enorme cuenco de harina. De vez en cuando metía las manos en él, para después elevarlas y aplaudir mientras se retorcía de risa.
Los ojos del Duque se humedecieron y se quedaron fijos en su pequeña. Nunca, en sus 5 años de vida, la había visto reír así. Despreocupada y feliz.
Observó que, frecuentemente, Janne se acercaba a ella y hacía el mismo movimiento. Luego pasaba varios dedos por las facciones de la niña, que se echaba para atrás, con toda la carita blanca. A su lado, en un canasto, Marie pateaba feliz, cubierta también de harina.
Era una fiesta blanca y sintió el anhelo de formar parte de ella. De sumarse a esa improvisada celebración con la única familia que tenía en verdad, su hija y su personal.
De pronto sintió como los ojos de Janne le llamaban. Le había visto. Primero exclamo un ¡Oh! que tapó con sus manos, poniendo sus mejillas blancas. Al ver la sonrisa del Duque, cogió un plato y acercándose a él con la mirada brillane, le dijo:
– Póngase a la cola Excelencia y enseguida recibirá unas maravillosas crepes francesas.
A los ojos del Duque, Janne bien podría estarle ofreciendo los placeres del cielo, de tan bien le sabía mirarla.
– Siéntese con Henrietta y cuídeme a Marie. Vamos. Se me queman las crepes.
El Duque, obediente, hizo lo que Janne le había indicado. Se sentó a la mesa mientras sus criados le miraban fascinados.
Henrietta se lanzó a sus brazos, que se abrieron para acogerla. Marie intentó gatear hasta él. Al ver lo inútil de sus aspavientos Simon acercó una de sus manos al canasto y lo atrajo hacia sí mientras la felicidad más pura se instalaba en el rosado y blanco rostro del bebé.
Al cabo de un momento los tres fueron agasajados con la exquisita crepe que la propia Janne puso frente a ellos, sobre la mesa. Su boca le susurró muy cerca:
– Le he puesto doble de chocolate Excelencia.
Un segundo más tarde las niñas y el Duque compartían la crepe con las manos y las caras llenas del dulce marrón. El Duque reía sintiéndose, en cierta forma, como el niño que nunca había podido ser.
Ánima
No era el único. Entre jirones, su mente recordaba siluetas iguales a la suya recortadas por la intensa luz blanca. Podría haber sido un sueño, excepto porque su cabeza registraba instrucciones y de su muñeca colgaba una máquina de fotos. Había recobrado la conciencia sabiendo. Era simple. Retratar a la gente mirando a la cámara. La primera fue su esposa. Clic. La pantalla reflejó por un instante su bello rostro, hasta que se convirtió en una especie de humo que quedó fijado en la foto. Ella calló. Fue entonces a por sus hijos. Retrató sin sentir nada las sonrisas desdentadas y las miradas confiadas. La pantalla reflejó el humo y cuando levantó la mirada hacia sus hijos vio en sus ojos el mismo vacío que velaba los suyos. A la hora marcada abrió la cámara y sacó de su ranura el depósito de almas. Lo metió en la nevera y se sentó a esperar. Sin alma, no hay prisa.
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Una y dos
Me levanté como todos los días. Era el peor momento, aún tenía conciencia exacta de mi vida. Ajusté mi mente y me disocié. Me inundó el bienestar: el viento suave acariciándome el rostro, mi cuerpo ligero... Tenía que viajar a Nueva York. En primera clase: asientos amplios y un buen servicio. Pedí una copa mientras evaluaba a mis compañeros de viaje. Al girar la cabeza un tirón en las cervicales me devolvió a mi baño. Un rostro ajado grabado en el espejo. Una boca amarga. Una extraña. El avión volaba. Mi compañero de asiento llevaba un traje perfecto. Abogado, seguro. Nuestros ojos se encontraron un instante. El coche estaba aparcado en la calle de detrás de casa, en un sitio demasiado estrecho. La cabina del avión era un lugar más agradable. Incluso un posible romance... Me encontré en mi vehículo cuando el avión se abatía sobre la autopista por la que circulaba. Ayudadme. No se donde estoy.
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Llorar y llorar
Hace uno días que no hago más que llorar. En todas partes. Y se que no puedo seguir así, pero me siento triste, demasiado triste. Y me siento sola.
Necesito reorientar mi vida interior y algunas cosas de mi vida laboral-social. Ahora mismo estoy algo desorientada. No es que tenga dudas existenciales, sino que simplemente estoy desubicada.
Tengo que pasar página y avanzar. Se como hacerlo, pero es tan cómodo dejarse mecer por el dolor mientras te sientes llena de ira por lo que la vida te ha hecho...
Me he prometido a mi misma que lo próximo que escriba no será introspectivo, sino algunos de esos comentarios que antes escribía, en mi otra vida, cuando el estrés del trabajo aceleraba mi mente.
Necesito reorientar mi vida interior y algunas cosas de mi vida laboral-social. Ahora mismo estoy algo desorientada. No es que tenga dudas existenciales, sino que simplemente estoy desubicada.
Tengo que pasar página y avanzar. Se como hacerlo, pero es tan cómodo dejarse mecer por el dolor mientras te sientes llena de ira por lo que la vida te ha hecho...
Me he prometido a mi misma que lo próximo que escriba no será introspectivo, sino algunos de esos comentarios que antes escribía, en mi otra vida, cuando el estrés del trabajo aceleraba mi mente.
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